He abierto la
ventana. El cielo es tan plomo como la propia ceniza, y llueve. Escucho las
gotas precipitarse a la nada, llorar sobre los cristales y su música silente,
recogida, en calma, me hace alejarme del mundo que muerde.
No he cerrado
la ventana, he querido que la armonía de ese silencio me hablase a través del
agua porque hay días en que se me atascan las palabras y
no sé definir aquello que me rodea, y hoy es uno de esos días.
Las compuertas
permanecen cerradas, nada me transporta, nada me inquieta, nada siento. Sin
embargo la
lluvia serena mis ausencias, su agua
lánguida adormece mis malos pensamientos, su furia loca vitaliza mi letargo.
…Se ha hecho el silencio hueco. Tal vez sean
segundos y después vuelva el soniquete de sus alocadas campanillas. Esperaré,
hoy tampoco siento ni el tiempo ni el reloj. Esperaré. Levanto el rostro en mi ceguera y
encuentro al cielo de plata con ese discreto encanto del agua por venir. La luz
que despereza al día, de tan oscura que es, ahuyenta mis nostalgias y recuerdos;
mejor.
Ha vuelto. Sí, tímidamente pero va llegando de
nuevo y, sin saber cómo ni por qué, mis piernas se precipitan al vacío. Voy en
su busca… Hoy llueve, llueve sobre Madrid. El asfalto se torna en un atascado
lienzo de coches sin rumbo. Miro y de pronto veo que hoy es un hermoso día a
pesar de todo.
Tal vez piense esto porque he amanecido viva entre
tanto cadáver que me oprime y, ¡al fin! el agua que me despierta me hace ver que detrás de cada gota de lluvia se halla esa estrella a la que persigo sin
cesar.
2 comentarios:
Mª Ángeles, me has dejado sin respiración y con tal desazón que he salido a las calle a caminar bajo la lluvia.
Besos
La voz de la lluvia nos trae muchas respuestas, recuerdos y por supuesto esa estrella, que tanto deseamos encontrar...
Muy bello e inspirador, amiga.
Mi abrazo y mi cariño.
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