Acabo de leer “Morirse cuesta muy caro” Y mi
cabeza, despanzurrada de sueño, me dice “Que
se mueran los feos” A lo que yo la contesto “Cabezón, a los feos les costará
igualmente morirse” A lo que mi cabecita loca replica “Estaba cantando… Que no
quede ninguno, ninguno de feos” Así, de esta guisa no puedo encarar el día de
los Santos difuntos; el de los pobres mortales por lo visto es mañana.
Tomo un segundo café
a ver si mi cabezota deja de hacer patinaje artístico y aparece mi Pepe. Le
cuento la noticia y me contesta “Lo ha dicho el Papa y hay que acatarlo” Le
miro pestañeando como un abanico zurcido de aire somnoliento y mi sesera me cuenta
“Déjale, es feliz poniendo puertas al campo” Pero soy insistente y vuelvo a
decir “Pepe, no te hablo del Papa, te hablo del negocio cenizo que es morirse…
Esquela, flores, ataúd, nicho, plañideras, tanatorio, vestido para la ocasión, peluquería,
gafas de sol para tapar el dolor de pérdida, esas cosillas, Pepe “Le miro
esperanzada a ver si por una puñetera vez en la vida me entiende, pero vuelve a
responderme “El Papa pide respeto y que se hagan las cosas como es debido” Y
vuelta la burra al trigo. Me tomo un tercer café. Mis pestañas parece
disparadas, un abanico en una sola posición “Pepe, nuestros Peluches podrían
hacer muchas cositas con ese dinero ahorrado en nuestro entierro. Tú quieres
que te quemen. Pues bien, te tostamos en la chimenea, luego barremos y asunto concluido.
Eso sí, no te inquietes, haremos una misa Réquiem in pace y después gloria y en
paz todos, ¿no te agrada? Te recuerdo que te gusta ahorrar. Si fuera yo que
tengo un agujero en la mano. Es más, mi deseo es ir a bailar bulerías al
Guadalquivir hasta fundirme con la inmensidad del Atlántico”…Pepe se está untando
unas tostadas con mermelada baja en calorías, ¡Si es que hasta ahorra en
azúcar!, levanta la mirada de la tostada hasta llegar a mis ojos pitañosos que
ni el café ha logrado despitañarlos y me requiebra “Muérete y déjame en paz”
Así me ha soltado su último deseo mientras hinca el diente en la tostada; parece drácula un 31 de octubre cualquiera. Le he
mirado, me acabo de despertar de topetazo y le canto a la oreja “Bulerías, bulerías, tan dentro del alma mía.
Es la sangre de la tierra en que nací. Bulerías, bulerías, mas te quiero cada día.
De ti vivo enamorado desde que te vi. Ganas de vivir aquí a tu lado. A tu
cuerpo encadenado Hechizado de pasión. Bulerías, bulerías…” Fiasco, le estoy cantando en el
pabellón auditivo sordo.
4 comentarios:
Estás muy folclórica últimamente, jajajaja.
Muy salerosos los textos.
Besos.
¡Qué relato tan divertido, otra vez te aseguras del oído bueno! Y otra cosa, aprender bulerías es algo que todo el mundo debiera hacer. Tiene poses y pases para aplicar a la vida misma.
Abrazos.
Deberías darle tiempo al pobre Pepe a aterrizar, que tú le llevas tres cafés de ventaja.
Estoy mareada con tanta prosa. Escribes mejor que Juan Manuel de Prada. ¿Has leído ya su nuevo libro?
Besos de Reina
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