¡Ozú! Qué hora será. Las pestañas me marcan una
hora, el móvil otra, y el reloj de mi Pepe otra muy distinta y este hombre, matriculado
en el Espasa Calpe de cien volúmenes y en el apéndice número quince de los
Episodios nacionales, no se suele equivocar, así que, pues yo qué sé, ¿no?
Me pongo un café para conectar los cables de mi
cerebro al nuevo día y me da por pensar, acto que no se debe ejecutar cuando
uno está dormido y despierto simultáneamente, y me acuerdo de mi suegra ¡Zumba
al bolo carambolo! Cuando me decía “Mi hijo es igualito a Castelar”… En aquel
entonces yo acababa de estrenar mi licenciatura en Historia General y Arte, lo
que hoy se da por llamar en las grandes superficies “DosXUno”. Pues bien, como
yo había estudiado solo las vísperas de los exámenes y no Maitines, Laudes, Prima, Sexta, Nona y
Completas, pues no tenía pajolera idea de quién era Castelar.
El tal
Emilio estudió Filosofía y Derecho, otro como yo con el DosXUno, que canalizó
su carrera laboral en el ámbito de la política a través del periodismo- yo en
el ámbito de la compraventa telefónica, como ir al mercadillo sin moverte de
casa-, defendió un republicanismo democrático, y se metió con todo el que se
moviera en la foto como la reina Isabel II, Pi y Margal… Un charlatán en estado
puro sesudo y convencido de lo que decía y defendía. Vamos, un político de
raza, no como lo que hay ahora. En 1874 presentó su renuncia al perder una
votación…, como mi Sánchez. Pero si escarbo es su biografía encuentro lo
siguiente “Su oratoria ampulosa y
arrogante y el movimiento y el ritmo musical de su prosa hicieron de Emilio
Castelar el tribuno español más ilustre del siglo XIX”… ¡Muy tomate! Ahí
encaja la personalidad de mi ilustre Pepe definida por su señora madre.
Pepe siempre pensó
tener conmigo muchas cosas, entre ellas la telepatía. Han pasado treinta años y
aún no se ha enterado que la transmisión por cables conmigo es imposible. Yo
soy natural como el tomate y él pura ciencia. Su ritmo palabrero es sesudo y el
mío, de la calle, del pueblo. Su prosa, analizada milimétricamente; la mía,
vehemencia en estado de ebullición constante.
¡Ay madre, ay
madre! Lo que se acaba de poner delante de mis ojos… Estoy en la página de la
biografía de nuestro amigo Emilio para bañaros de culturilla, y cuando termina,
¿diréis lo que aparece? El anuncio de mi novela Sevilla…Gymnopédies, no me lo
puedo ni de creer. Unida a Castelar mi sabiduría literaria, ¡Muy tomate!
Disculpad que os
deje, me voy tarifando a escribir pues esto ha sido una señal, y yo funciono
siempre a través de señales aunque luego me las salte todas. Prepararé mi
siguiente novela para enviarla al próximo Planeta. Claro, nada más verme,
vestida de Pseudónimo claro está pues las normas tienen un guión, me dirá el señor recepcionista de manuscritos “¿Qué
parte del no, no ha entendido señora Pseudónima?” Yo pondré cara de paisaje de
Monet, pues lo que no saben ellos que lo
que persigo es irme haciendo un nombre y cuando vean mi paquete digan “Ya está
la pesada de todos los años”… Me habrán reconocido. ¿No es emocionante?
Ellos no saben lo
insistente y pesada que puedo llegar a ser. Nunca seré una Emilia Castelar,
cierto, pero que meto la cabeza por un muro, anda que la meto. Soy igual que mi
Peluche dado que sostiene que tanto quitarme de todo, él ha nacido antes que su
madre. ¿Y por qué? Porque hay que perseguir lo que uno quiere, aunque sea como
Castelar.
Por cierto, ¿sabéis
qué hora es?
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