¡Menudo calor! Llevaba varios días diciéndome “Baja,
date un chapuzón”, pero no encontraba el momento, pero esta noche he pasado
tanto calor que esta mañana me he dicho “Al agua, patos”…Qué lástima, qué pena,
qué destrozo. En nueve meses, una puede parir, engendrar una criatura, pero no
deteriorarse. ¿Para qué me ha servido gastarme los dineros en cremas? Pues ir
haciéndome un paracaídas para cuando llegara la hora H aterrizara como una gran
señora que ha llegado a esa edad innombrable. Pues no, mis dineros se han ido
por el desagüe del retrete. Mi cuerpo, mi cara, un ascensor directo al
precipicio. Claro, te tapas tanto en el invierno con eso de los fríos que
cuando te quitas todas las capas de cebolla que llevas encima descubres el
horror.
Yo estaba estupenda. Había adelgazado nada menos
que 13 kg. Me decía “Muñeca, cómo un cañón estás. Qué fuerza de voluntad, qué
grande eres” Mentira, todo una engañifla. Había adelgazado no por mi voluntad
que siempre campa a sus anchas haciendo lo que la viene en gana, sino por el
tiroides. Me mandaron unas pastillitas pero me dije “Muñeca, si las tomas y lo
que sea se pone en su sitio, las carnes vuelven. Tú verás” Total, pensé que
para lucir cuerpo pues empezaría con las pastillitas a finales de agosto;
encima matándome para tener un cuerpo de escándalo en verano. Y de escándalo lo
tengo en versión pellejo y carnes descolgadas, desnutridas y flácidas.
Después del asombro y los lloros, al comprobar que
lo que es, es, me he sonado los mocos y
me he bajado a la piscina.
Me he tirado en la toalla y mi flacidez se ha
desparramado por la toalla. Me he encendido un cigarrillo y me he puesto a
mirar: las mismas caras, las mismas sufridas abuelas con insufribles nietos,
mujeres feas, vamos, como yo y media docena de mujeres estupendas ¡Qué asco me
han dado! Tanto que me he metido al agua. ¿En nueve meses se puede olvidar
nadar? ¡Puf!, mis brazos desincronizados, las piernas a por uvas y el tronco
hundiéndose.
Salgo del agua. Al menos estoy fresquita, ya es
algo. Me tumbo a que los rayos malos me descoloren el blanquecino lechoso de la piel, y me dejo
llevar por las voces apiñadas a mi lado.
“Manolito se ha divorciado, le ha quitado hasta el
piso. Con lo puesto… ¿Qué me dices?...Sí, Y Antoñito está libre de nuevo… ¿Qué
me dices?...Mi vecina del décimo A los tiene a pares… ¿Qué me dices?” Aquí me
han dado ganas de levantarme y preguntar qué es lo que tiene a pares, pero
estaba muy cansada. He torcido la cabeza y mi oreja se ha ido al lado de las
yayas “Mi hija es que la han ascendido. Un cargazo, hija… ¿Qué me dices?...Mi
yerno ganando dinero a paladas… ¿Qué me dices?”...Aquí me han dado ganas de
levantar la cresta y preguntarla que si nadan en tanto dinero por qué no la
cogen a una mujer que la ayude a cuidar de los seis nietos, pero me he dicho
que no procedía, así que me he quedado dormida.
Estoy escocida. Me puse aceite bronceador de coco
malayo y me he abrasado.
Me he subido un poco espatarrada porque si se me
rozan los pellejos de los muslos, me duele.
Me voy a hacer un bocadillo de panceta, Kétchup y
mostaza. Total, el tiroides no se va a enterar y mi físico le tengo como le tengo, pues…
¿Cuándo llegará el invierno para volverme a tapar?
1 comentario:
Jajajaaaaaaaaaaaaaa
Que divertida. Me he reído a carcajadas en el silencio de la noche. Es la una de la madrugada...
Hasta mi gata que dormitaba a mi lado, se ha despertado mirándome curiosona, ella.
Es bueno reírse del paso del tiempo y sus consecuencias.
Aunque te digo un secreto: yo te veo estupenda y guapísima.
Muchos besos, preciosa.
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