jueves, noviembre 12, 2015

¡Y UNA MIERDA!

Hay un bicho microscópico pegado a la pantalla esperándome cada mañana. Al principio le saludaba educadamente dejándole campar a sus anchas mientras yo buscaba mi espacio; no estorbarse era mi máxima. No obstante siempre me preguntaba de dónde habría salido ese insecto asqueroso y me preocupaba que dañara mis plantas que con tanto mimo y celo cuido. Es más, me preocupaba su reproducción y que una mañana al despertar encontrara la pantalla del ordenador plagada de bicharracos, y ese placer callado con el que saludo al mundo, a mi propia vida, mientras ingiero mi primer café acompañado del humo de un cigarrillo negro, se fuera al traste.
Uno puede ignorar aspectos desagradables, incomodos, vamos, lo que se entiende saber convivir, respetar otros credos que no sean los tuyos, siempre y cuando no invadan tu cosmos ni agredan una serie de valores que para ti son básicos y esenciales.
Hoy, mi mal temida invasión se ha hecho realidad. Innegable es que todo ser humano tenga sueños, hasta sueños de grandeza si me apuráis, y que luches por ellos hasta verlos hechos  materialidad vigente, pero no a consta de los demás y en prejuicio de los otros.
En casa me dicen que soy alarmista con algunos temas, que mi imaginación calenturienta no me hace ver otros posibles caminos, pero cuando más retrocedo en tiempo mis lecturas de otras épocas, más me reafirmo en mis supuestos presagios alarmistas porque, a veces, muchas, demasiadas, la historia está condenada a repetirse y hoy, usurpando unas palabras de uno de mis escritores favoritos, Toro Salvaje, “abro los días y contemplo mis horas temblando”, así me he sentido cuando mi cabeza se ha atiborrado, al igual que mi pantalla de bichos, de conceptos, de posturas, de nombres propios, tratando de usurparme, de robarnos un trozo de tierra, de saltarse la ley, esa ley que, aunque pesada y costosa, nos garantiza la convivencia y la democracia.

Antes, cuando despertaba y me encontraba al bicho encaramado en mi pantalla, sistemáticamente le decía ¡Vete al carajo!, y seguía mi singladura sin más. Hoy no, no me da la gana que insulten mi pobre y maltrecha inteligencia por sueños de grandeza de unos pocos en detrimento de todo un pueblo ¡Y una mierda!

6 comentarios:

Reina Letizia dijo...

Los bichos siempre me dieron asquito. Compra un spray de esos y bye bye bichito.

Besos de Reina

aapayés dijo...

Cuanto tiempo sin leerte sin acariciar los días con tus letras, y aquí estoy refrescandome con tu espacio..

Saludos fraternos de siempre
Un abrazo amiga

TORO SALVAJE dijo...

YOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO?
Uno de tus escritores favoritos?

OHHHHHHHH

:)

Muak y requetemuakkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkk

Nómada planetario dijo...

Me gustaría tener una especie de máquina de la verdad, para saber lo que realmente esconden esos bichos en su mente.
Besos.

SALETA dijo...

No te sientas rara, jaja. No creo que haya nadie que viva sin bichos. O mejor, sin bichos de manera permanente. Cambian, se caricaturizan, hibernan según épocas... Aparentemente mutan; incluso fingen ser distintos para cada uno de nosotros por el disfraz que adoptan.

Pero son el mismo.

Un beso, amiga. Siempre es un gustazo leerte y pasear la vista por el renglón del cafelito.

El collar de Hampstead dijo...

Por lo que te he leído coincidimos bastante.
Me gusta como escribe Toro y las estaciones de tren me erizan la piel,por ejemplo.
Encantada de conocerte.
Un saludo,
Carmen.