Hay días en que amaneces templado y poco después se va apoderando de ti, como un falso veneno, el vértigo. Apenas digieres la realidad vanidosa que viene a por ti a
cumplimentar castillos de arena que te hacen notar, en la verdad fosforito, que son piedra sólida y angular a tus pies y
no polvo de un día o quizás de unas horas. Tu estómago se estrecha, los
alimentos no te son necesarios, sólo tu ego, henchido de soberbia, amamanta tus
necesidades de rey o reina, porque eso es lo que sientes, epicentro de un mundo
que no es.
Sin embargo, va pasando el tiempo en tu día majestuoso y el
ánimo comienza a revolverse como gato panza arriba, tu cabeza revolotea sobre
mares desconocidos y tu vuelo de alas de papel inicia turbulencias dubitativas,
y solo con la noche cerrada, en la oscuridad de tu alma, surge la otra realidad
virtuosa, como esencia de tu persona, a
aclarar esas sensaciones que otros te regalaron sin más compromiso que elevar tus esperanzas
a una gloria venidera.
“No, no quiero eso” me decía intermitentemente mi yo más
justiciero mientras vomitaba el veneno diluido de falsos sueños “Quiero ser el
otro, con el que camino y respiro, con el que lloro y rio, con ese de carne y
hueso que vibra sus realidades más certeras y sus derrotas más sonadas”…Al fin
logré apaciguar al remordimiento embebido de miedos e inseguridades mandándole
a la almohada de Morfeo.
Hoy, aún no había despuntado la luz, cuando me enfrenté a mi
hoja de ruta, como cada día. La blancura de su folio por escribir me hizo sentir
que era yo y no otro el que iba a teclear la humildad de mis horas.
2 comentarios:
Hay que ver lo persistente que es el ego. No se lo quita uno de encima ni diluyéndolo en clorhídrico. En fin, yo estoy convencido de que no es otra cosa que el famoso "demonio" del que hablan las religiones.
Muy buena tu reflexión.
Besos... y un hayku:
Cielo otoñal...
Sin remedio se funden
dos nubes blancas.
Ah, la vanidad...
Yo tuve.
Y mucha.
Ya no.
Menos mal...
Besos.
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