Me resisto a abandonarte buscando una blusa sin mangas, una
camiseta del color del madroño maduro, pero tú te vas desligando de mis manos
como si fueran escurridizos afeites de verano.
Te miro a los ojos buscando tu verdad azul y en ellos solo
encuentro el plomizo semblante de la ausencia. Mi lengua se gasta en palabras
huecas, esas que lanzamos los humanos para rellenar tiempos y que, al final,
nada dicen sino el deplorable escarnio de un silencio hermoso.
Ayer, mientras te añoraba, me enviaste unos rayos de sol que
besaron mi rostro por doquier, pero al instante vino él a tejer sus amores con
unos pétalos de agua. Finos al principio aunque después calaron mis entrañas
hasta sentir que, en verdad, ya te habías ido. Más tarde miré al cielo, tan
grueso y mullido de gris que comprendí
el no despertar abrazada a tu canto de jilguero… Y despegada de tus
luces, abrí de nuevo el armario para colgarme de sus perchas sepias, verdes
reciclados y negros nocturnos. Descolgué con desgana una gabardina, un foulard
de suave lana y corrí al parque con mi perrillo entusiasmado por nuestra nueva
aventura. Cuando llegamos solté sus amarras y él extendió sus alas y se puso a
bailar claqué sobre sobre las doradas, cobrizas y azafranadas hojas de un recién
estrenado otoño melancólico, de luz tan dulce como el membrillo, de viento
descarado y lluvia que acaricia mis sentimientos.
2 comentarios:
Tus universos emocionales son hermosísimos.
De verdad que si.
Hasta tu melancolía parece una bella princesa.
Besos.
Has descrito este impasse con mucha hermosura. Suelta la mano del estío y déjalo ir río abajo. Bienvenida a la estación de los ojos mimosos.
Besos, amiga.
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