La verdad es que
no sé por qué estoy escribiendo esto a no ser porque en mi estómago cabalgue un
nudo que me hace vomitar incredulidad, desasosiego e incomprensión. Hay muchos
que entre el hartazgo de la primera batería lanzada en los comienzos del otoño
miren para otro lado y que entre dientes digan “Iros a tomar café”, dicho en
plan fino, claro. Otros por el contrario seguimos en la brecha con el afán de
comprender algo, de tratar de ser justos y si es que lanzamos un juicio previo
pues que tenga cierta consistencia. Ya os digo desde aquí que el mío no es que
sea sesgado sino más bien alucinado, no por falta de criterio o de información,
sino por el estupor y cierta indignación. Por supuesto que el único cordón
umbilical que me une a la situación es la información de los periodistas a la
que busco con ahínco por diversos canales para, así, tener testimonios variados que conformen un abanico
de opiniones y yo hacerme una idea del sentir de siete millones? de personas
que forman parte de España. Trato de ser respetuosa con la opinión y el sentir
de la gente, lo que no quiere decir que no pregunte, que me manifieste y que
termine siendo como los niños que siempre están con “un por qué” en la punta de
la lengua y en su última frase. Ellos como yo necesitamos comprender muchas
cosas que en alguna parte está la explicación, porque esto no es cuestión de
fe., porque la fe todos sabemos que no se ve, que no se palpa, solo se siente.
El caso catalán no es cuestión de fe con lo cual tiene que haber una
explicación razonable que yo quiero saber y entender. No quiero que me traten
como un borrego y me laven el cerebro porque eso es lo que sentí anoche cuando
a las nueve y media de la noche en una puesta en escena inmejorable, bellísima,
entre un palacio de cuento de hadas y un modernismo ecléctico, me presentaron a
una bella e inteligentísima periodista con preguntas directas e incisivas
trataba de hacer su trabajo y la bestia camaleónica de físico atractivo, de
ojos de halcón, sonrisa irónica y más falsa que Judas, que mantenía un discurso prepotente, soberbio y
sobretodo presentí que mentiroso y yo me pregunté, tal vez ilusa de mí y
poniéndome en la piel de muchos, ¿A quién quiere engañar este tío? Podremos ser
ilusos, pero no idiotas. Ni el pueblo catalán ni todos los españoles en su
conjunto nos merecemos que nos engañe este señor que, para empezar ha dividido
a su tierra, con devaneos soberanistas, o como la tierra del maná maltratada y
espoliada por los malos.
El 27 de
septiembre deberíamos ir a votar todos los españoles. Estoy convencida que
todos tenemos derecho a opinar porque todos, mal le pese a ese Mesías, somos españoles, vascos,
gallegos, andaluces, extremeños, valencianos, castellanos, aragoneses… TODOS
SOMOS ESPAÑOLES.
1 comentario:
Y yo que quiero ser noruego y no hay manera eh...
Me tengo que joder...
Besos.
Publicar un comentario