jueves, junio 04, 2015

GRIS

“Mi padre me decía a menudo ¿ves esas nubes, distingues sus formas cambiantes? Y me mostraba entonces, en el cielo mudable, la aparición de unos seres extraños, quiméricos, maravillosos” Odilon Redon
… Ha amanecido gris, el día no es azul. Tal normalidad me ha parecido anormal; después de tantos meses vestidos de azul, el gris se me antoja extraño. He cogido una taza de café entre mis manos y he salido al balcón y, cuánto más miraba al gris, más fascinante me parecía el tratamiento de la luz en un gris ¿Cuántos pintores estarían mirando hoy este plomizo, esa capota de hollín interminable sobre nuestras cabezas? A veces sombrío, otras plata, blanquecino… Tantas tonalidades en un mismo color.


Y este gris, tan sombrío y apagado, me hace recordar los desencantos con los cuales a veces nos vestimos.  Y es que la vida es una historia interminable que finiquita cuando menos te lo esperas, ¿lo habéis pensado mientras os aliviáis de plomo? Repleta de sinsabores, amarguras torcidas que nos hacen trasplantar nuestras agonías en el jardín de otros y, así, marchitar sus primaveras. Cosemos y recosemos las costuras, hasta que nos llenamos de remiendos convirtiéndonos en muñecos de trapo en manos de quienes parecen que nos quieren y, sin embargo, meten sus dedos afilados en las costuras que tanto nos costaron cerrar hasta que nos rompen. Vidas truncadas, caminos de cactus, años grises sin soles ni lunas, cuánto nos cuesta conocer las horas de esos que nos tragan a borbotones porque les hiere nuestra sonrisa…, es tan difícil ponerse en el lugar del que sufre hasta conectar su herida con tu aliento; casi nunca se consigue. Pero  me niego, nos debemos negar todos  a ser arrastrados por esas nubes negras que nos impiden ver la luz… Porque la vida, además de sombras, hay cantidad de rayos luminosos, o de esos grises de algodón blanquecino en los cuales nos podemos balancear mientras recuperamos el sosiego y la luz vuelve, vuelve a ser inmensamente gris, hermosa y etérea.

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