¿Cómo huele el mar? Huele a yodo y a salitre, arbustos que sólo crecen a orillas de la mar, mezcla de arena mojada, sal y pescado. Me paro
a soñar, me permito el lujo de lo irreal. Me pierdo entonces en calles
ensortijadas de perspectivas y, en cada recodo, amores dulces y despertares
tranquilos. Llego hasta la arena y una barca fondea frente a mí. Me monto y
remo mar adentro. Escucho el gorgoteo de la gaviota, su aguda voz, el rugir de
las olas, o el siseo del casco de la barca hendiendo las aguas marinas. Respiro
a pleno pulmón su brisa, lleno los ojos de horizontes, y la mente de oxígeno. Después, vuelvo,
vuelvo a la realidad con el corazón en reposo.
Porque la mar huele a muchas cosas. Su profundo aliento
entra por nuestros poros asfixiados hasta llegar a la mente y abrir las compuertas
de la memoria evocando recuerdos
adormecidos, que no olvidados ni
muertos, sino en espera de esa sensibilidad que subyace dentro de ti. Se
acercan entonces un pedacito de tu ayer, una persona, un pensar, ya que un olor
podemos identificar un tramo de nuestra historia, alguien que reposó en tu
corazón… Y la mar desprende tantos aromas que, cuando te sumerges en esos
mundos submarinos, eres otro, proclive a romances, magias y ensueños.
Aunque no creas que todos los mares huelen igual; cada uno
posee su propia especie de son, sal y sol. Incluso la mar de verano,
aromatizada de cuerpos, cremas y
crepúsculos, de amores de labios carnosos, es muy distinta al mar de invierno o
al dulce océano de primavera.
Recuerda: si tienes la fortuna de volar a la mar, siéntate frente
a ella, cierra los ojos mientras absorbes su perfume. Luego abre los ojos,
inúndate de su infinita gama de azules y abre tus brazos… Habrás entonces rozado un pedacito de plenitud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario