domingo, mayo 24, 2015

EL TREN DE MIS OJOS

Desde el tren veo marchar el día con noble desdén del que sabe que volverá.
El campo se hace sombra, y el horizonte lineal y rojizo.

El paisaje se duerme sin miedos; ayer, antes de ayer y el otro, lo azotó un temporal, pero ahora el clima ha vuelto a ser leve serenidad en un paisaje adormecido, ha vuelto a su ser, y la dulzura de la primavera se aposenta en la tierra que unas manos ásperas cuidan con afán.
Mi tren va veloz, ha de llegar puntual. Transporta demasiados rostros cansados con sed de hogar y paz. Traslada agotamiento, compañerismo, las últimas llamadas de trabajo, una fugaz mirada a las últimas noticia del Ipad…

Me he puesto a leer y cuando he vuelto a mirar hacia la ventana, una oscuridad azulada con piquitos de luz desplomados sobre el campo era el regalo de estas ventanas mágicas que sólo las puedes encontrar en los trenes.

Avisan, ya llegamos a casa. Descendemos despacio, los compañeros se despiden con un “Hasta mañana, ánimo, ya será viernes” y cierran el saludo con enormes carcajadas agitando sus manos como palomas mensajeras.


Arrastro la maleta notando como el Ave Fénix, a mis espaldas, se despide de mí hasta la próxima semana.

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