domingo, enero 04, 2015

CUENTO DE AÑO NUEVO

Cuando aún tengo fresca la imagen de mi amiga Pilar en la madrugada de año nuevo que provocó la mejor carcajada para iniciar el año, se aventuran días de intensa emoción en mi casa; tradiciones que hemos tratado de perpetuar a lo largo de la vida de mis hijos.
Las situaciones son provocadas por nosotros mismos, de la voluntad que pongamos en algo para que la felicidad, por minúscula que sea, fluya por nuestras vidas. Nosotros elegimos un instante, un momento, que sea único para los demás y en su defecto revierta en ti. Estoy convencida que Pilar cuando se engalanó para la reunión de nochevieja perseguía que el humor se instalara en el resto de la gente; no hizo gran cosa, sólo lo justo para pintar su rostro de ilusión, colocarse un gorro ridículo por su tamaño a la par que divertido y esperar que yo abriera la puerta… Las cosas son más sencillas de lo que a veces creemos, pero hay que poner tesón para dejarse llevar por la buena voluntad de aquellos que nos rodean para hacernos más grata la existencia.
Mi madre insiste en que mi cabeza no ha evolucionado hacia la madurez y que sigo instalada, no sabe muy bien si en la juventud o en la infancia o en una mezcla de las dos; yo tampoco lo sé y es más, no me interesa saberlo. Sólo sé que llegadas unas fechas de año sufro una regresión a esa infancia grabada en el corazón. Aún con nitidez observo en la película de mi ayer íntimo y personal cómo mi expresión se perdía en los almacenes Moliner de Valladolid viendo tanto juguete, la muñeca de mis sueños…, esa sensación de inocencia enredada en altas dosis de ilusión que son difíciles de explicar porque la niñez es como una selva virgen por la que deambulas a placer descubriendo algo que te apasiona incluso más que lo anterior y donde el miedo está escrito en letras doradas como si de una aventura más se tratara.
A mi marido le ha costado tiempo digerir que su esposa es una mutante el cinco enero y que deja de ser esposa, madre, hija, hermana, amiga, cuñada, tía… para pasar a ser una niña fabricando un mundo irreal pero palpable en la realidad. Todo comienza en la búsqueda de un preciado oso… Sí, un oso de peluche que según lo miras sientes que te habla que cobra vida para hacerte feliz… Unos años lo encuentro y otros no. Después nos vamos a ver la cabalgata. Nos fascinan las carrozas, las ocas desfilando en perfecto orden por el Paseo de la Castellana, los titiriteros con zancas y a lo loco, eligiendo la carroza más fea, la más bonita hasta llegar a la eclosión de la llegada de los Reyes Magos chillando a pleno pulmón mientras que corremos a coger los caramelos del suelo, a reírnos de la madre de turno que es una petarda y parece que solo existen en este mundo sus niños… Cuando eso termina, hay otro momento fantástico: caminar por el medio de la Castellana sin coches ¡Qué lujazo!, rodeados de niños, familias enteras que se preparan para la noche más mágica de todo el año.
A nosotros nos espera el chocolate de la tía Aurora, ponernos morados a roscón y eligiendo cuál ha sido el mejor roscón de todos los que hemos probado a lo largo de estos años. Brindamos con cava, dependiendo cómo estemos de mosqueados con los catalanes, tomamos un cava u otro, pero da igual uno que otro, nos saben todos buenísimos. Todo el mundo ríe, hace una gracia y nos vamos a casa a limpiar nuestros zapatos; la noche va a ser larga. Elegimos que pondremos a los reyes para que recobren fuerzas. Yo siempre sugiero un poco de vino porque templa el ánimo y…, la gente desaparece, sólo me quedo yo transformada en duendecillo comenzando la labor más laboriosa y feliz del año. El comedor lo convierte en un mundo imaginario donde sólo cabe la persona niña, el niño que corretea por las venas del adulto en busca de una fantasía. Los globos de colores vagan a su antojo, los peluches se disfrazan, se esconde en una caja, el niño Dios se ilumina… Ya muy entrada la madrugada, habiéndome bebido en nombre de sus Majestades de Oriente tres vinos y lo que me hayan puesto de comer (¡Ojo! este año toca tres plátanos de Canarias), me retiro a dormir un par de horas escasas porque a la primera luz he de preparar el chocolate, el roscón y aparece todo el mundo a desayunar, primero, y luego a disfrutar y reírnos como niños que fuimos.

Cada año mis hijos esperan que, como delegada en la tierra de los Reyes Magos, la magia no defraude, y vuelvan a sentir su niñez corretear por unos instantes en su vida de hoy.

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