La maldad humana es demasiado grande para ser justificada. Sin embargo,
cuando me paseo con los ojos abiertos, siempre encuentro a locos con esperanzas
en sus manos, y palabras de aliento
cosidas a sus bocas abandonadas. Me los quedo mirando como si fueran espejismos
fruto de mi calenturienta imaginación que se desborda con cualquier hechizo…Y
es que hay días en que me cuesta creer en el hombre, vivir con él, pero estos
soles menudos que hallo en mi camino me hacen desistir, y dejo las ventanas
abiertas. Abiertas al aire puro, impío de otros, para no perder la fe en ese hombre
que le siento tan bajo y ruin. Trato de arrinconar los prejuicios sobre ese
tipo de personas y así seguir andando por la vida, disfrutando de las otras
lecturas, de soles menudos que, aunque me cueste creer, son un regimiento.
El que más y el que menos, todos tenemos prejuicios solapados en algún
rincón de nuestro ser. Prejuicios que mezclamos, o confundimos con descarados
odios hacia cierto tipo de gente. A veces personas, situaciones, a las cuales
las miramos de refilón, nos dan verdaderas lecciones de vida, o más sencillo:
nos dan respuesta a algo que nosotros no entendíamos. Parece que los eruditos
están en posesión de respuestas certeras, cierto, pero también esos que miramos con cierta precaución o
directamente desechamos de nuestro campo visual. Últimamente me riño mucho a mí
misma por cerrar los tímpanos a otras lecturas de vida, cuando la vida es un
perpetuo aprendizaje desde que nacemos hasta que cerramos los ojos para
siempre. Es una manera de enriquecernos como primera instancia y, después, una
forma de comprender a los otros, de ponernos en su piel y dejar de lanzar
veredictos al aire como si fuéramos máquinas de hacer churros. Nada es blanco o
negro, persisten muchos matices en cada situación, detrás de cada persona.
No podemos perder un minuto en esta puñetera vida con tontunas que nada
aportan, en prejuicios y temores. La vida es muy frágil y se puede desvanecer
en décimas de segundo, en un instante.
… Así que aquí estoy, esperando a que amanezca y por el horizonte crezca un
sol menudo que me ayude a caminar con la sombra de hombres que no me gustan,
que roban, que engañan, que maltratan y que, sin embargo, ahí están decorando
cualquier esquina de mi camino, y que yo
he de aprender a sortear el paso para no terminar siendo como ellos y, sí, como
ese sol menudo que veo en la cuneta recuperando la esperanza y el aire para
seguir haciendo el bien a otros.
3 comentarios:
Oh Mª Angeles, que profunda y bella reflexión!!! Si todos hiciéramos el mismo ejercicio, el camino de la vida resultaría mucho más dulce.
Todos tenemos un poquito de eso que no nos gusta y nos molesta o nos enfada, si fuéramos capaces de reconocernos esos "defectos" y perdonarnos viviríamos un poco más en paz.
Aprovecho para compartir con vosotros que indaguéis un poco sobre el método HO OPONOPONO, me temo que el perdón puede esconder el secreto de nuestra felicidad.
Un abrazo querida amiga! Felicidades por esta entrada tan bonita.
Al final siempre hay que descender de las musas al teatro. O hablando en términos balompédicos "bajar el balón al suelo".
Un tío mío que era un campesino analfabeto lo decía así: Todas las urracas tienen manchas negras; así los hombres.
Una gran entrada.
Saludos,
Saleta.
Caer en el maniqueísmo de los buenos y los malos es válido para aquellas películas del Oeste que veíamos hace ciertos años.
También está la otra cara de la moneda, cuando alguien con buenas palabras y cara de Ghandi te la cuela doblada.
Besos mientras la tarde se forra de bruma.
Publicar un comentario