Entrar en el mundo de los ancianos no es solo
doloroso sino, además, un eterno aprendizaje a olvidarse de uno mismo, es un
aprender a ser una micro Teresa de Calcuta anónima para ayudar a ese anciano/a a caminar por su
mundo de olvidos, de achaques permanentes y crecientes. Es tratar de encender
sus sonrisas perdidas, sus deseos de lucha y no de abandono… Es recordar que
darse a los demás es un ejercicio de egoísmo polivalente donde al final ganan
todos empezando por ti mismo porque, al dar, te sientes más feliz y realizado. Sin embargo
es duro, es hacer un ejercicio diario de voluntad, de amarrarte a la luz de una
sonrisa, al destello del optimismo y dejar fuera la tristeza. Hay días que se
consigue y cuando dejas a tu anciano/a te invade un u sutil y cálido
sentimiento de felicidad por haber hecho algo por los demás; sin embargo no
siempre se consigue…
Apenas he dormido; sólo cuando el aire del
amanecer ha revoloteado en mi almohada he podido descansar.
Mientras, la noche se ha hecho espesa,
lúgubre. Su manto mortecino me agitaba, doblegaba a mis miedos a que crecieran
entre las sábanas y echaran raíces en mi cabeza.
Cerraba los ojos e, inmediatamente, los abría
espantada. Sin embargo, la obsesión seguía espolvoreando la simiente, y me
obligaba a enfrentarme a la oscuridad… A esos ojos que miran como gatos asustados…,
y que ya apenas ven; casi no hay vida en ellos. Su vela se va consumiendo, su
llama pobremente alumbra a las sombras.
Trato de imaginar qué es no ver, no ver nada,
sólo sentir la ceguera después de haber visto toda una vida transcurrir por tus
venas.
Cómo valerte sin ojos después de ochenta años
yendo y viniendo con tus faroles encendidos… Lo siento como una caída lenta a
un pozo donde la oscuridad es, será, eterna.
Su angustia traspasa mis muros. Me pongo en su
piel y no sé que decir, qué hacer para iluminar su memoria que, de ahora en
adelante, será la que ponga imagen a la mar, a la luna, a sus plantas…
“Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una luna
que no sea espejo del pasado,
cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.”Jorge Luis Borges
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