miércoles, octubre 29, 2014

NUESTROS VIEJOS OLIVOS

Entrar en el mundo de los ancianos no es solo doloroso sino, además, un eterno aprendizaje a olvidarse de uno mismo, es un aprender a ser una micro Teresa de Calcuta anónima  para ayudar a ese anciano/a a caminar por su mundo de olvidos, de achaques permanentes y crecientes. Es tratar de encender sus sonrisas perdidas, sus deseos de lucha y no de abandono… Es recordar que darse a los demás es un ejercicio de egoísmo polivalente donde al final ganan todos empezando por ti mismo porque, al dar,  te sientes más feliz y realizado. Sin embargo es duro, es hacer un ejercicio diario de voluntad, de amarrarte a la luz de una sonrisa, al destello del optimismo y dejar fuera la tristeza. Hay días que se consigue y cuando dejas a tu anciano/a te invade un u sutil y cálido sentimiento de felicidad por haber hecho algo por los demás; sin embargo no siempre se consigue…
Apenas he dormido; sólo cuando el aire del amanecer ha revoloteado en mi almohada he podido descansar.
Mientras, la noche se ha hecho espesa, lúgubre. Su manto mortecino me agitaba, doblegaba a mis miedos a que crecieran entre las sábanas y echaran raíces en mi cabeza.
Cerraba los ojos e, inmediatamente, los abría espantada. Sin embargo, la obsesión seguía espolvoreando la simiente, y me obligaba a enfrentarme a la oscuridad… A esos ojos que miran como gatos asustados…, y que ya apenas ven; casi no hay vida en ellos. Su vela se va consumiendo, su llama pobremente alumbra a las sombras.
Trato de imaginar qué es no ver, no ver nada, sólo sentir la ceguera después de haber visto toda una vida transcurrir por tus venas.
Cómo valerte sin ojos después de ochenta años yendo y viniendo con tus faroles encendidos… Lo siento como una caída lenta a un pozo donde la oscuridad es, será, eterna.
Su angustia traspasa mis muros. Me pongo en su piel y no sé que decir, qué hacer para iluminar su memoria que, de ahora en adelante, será la que ponga imagen a la mar, a la luna, a sus plantas…

“Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una luna
que no sea espejo del pasado,
cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.”Jorge Luis Borges


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