Hoy me he despertado con la nostalgia prendida en el ojal.
Ayer la intuí cuando miré al jardín reposando el otoño, un otoño aún verde y de
sol amable. Me senté en un sillón despistado y en un jardín limpio de cachivaches;
poco a poco estos han ido desapareciendo,
como desaparecerá en breve mi mano sobre esas flores que me han acompañado
durante meses; las miré y una agüilla bordeó mis ojos porque todo lo que tiene
vida merece conservarla hasta su hora eterna. Claro que a veces también damos
vida a lo inerte por ese aprecio que ponemos a ciertas cosas materiales… Pero
ayer me enrolé en las ramas de los árboles a escuchar a esos pájaros peregrinos,
vivos de vida, que venían a cantarme con antelación mi cumpleaños feliz. Cerré
los ojos para atrapar mejor las sensaciones, y sonreír al aire que acariciaba
mi rostro como si deseara llevarme un tesoro para el largo invierno. Y hoy al
despertarme con un año más en mi hoja de ruta me he arrugado un poquillo porque
cada vez cuesta más comenzar a escribir las horas de un nuevo año en mi mochila,
y me asusta pensar cómo será ese futuro de horas, días y meses… Sin darme
cuenta, he recordado esa frase magistral de García Márquez“Todos tenemos
tres vidas: la pública, la privada y la secreta”... Sí, es verdad. Los
hombres nos triplicamos en uno solo. Todos parecen distintos, reflejados en
cristales ahumados de distinta consistencia. Tamizados por los ojos ajenos que
nos observan, nos evalúan y nos sentencian. Ésa es nuestra vida pública. Nuestras
fronteras procuramos sellarlas para que no entren corrientes y así resguardar
la privacidad a la que todo ser humano tiene derecho. Muchos renuncian a ella y
la ponen precio. Otros, al final de la autopista que fue su vida recuenta en
hojas sepia aquello que nunca se vio... Pero hay una parte de nosotros, ese yo
que guardamos en el baúl íntimo al cual muchas veces ni nosotros nos atrevemos
a mirar de frente por temor a descubrir la otra persona que somos. Vergüenzas,
debilidades, amores subterráneos, secretos, pasadizos del color de las
profundidades marinas cuyos peces de colores los protegemos sólo para nosotros...
Sí, nos gusta mostrar el hombre de costra dura en cuyo interior se hacinan
ternuras en oleajes dulces a veces, malditos, otros. Pero quien escribe se le
escurre entre sus dedos ese yo secreto, y quien sepa leer del revés nos
encontrará… Hoy, un veintisiete de septiembre más, me escurro entre mis dedos y
me convierto en letras deshilachadas tratando de conformar esas tres vidas para
mis doce meses siguientes.
1 comentario:
FEELIIICIIIIDAAAAADEEEEEES!!!!!!!
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