viernes, junio 20, 2014

ARQUITECTURA AROMÁTICA

Un día que amanecía pronto con un sol tímido en sus comienzos, deslumbrante poco después, y un muchacho que caminaba tímido hacia su presente más próximo, hacia su futuro más incierto. Caminaba acompañado de don Quijote que le iba susurrando palabras poderosas, tan ricas como es el castellano “El valor de un hombre lo tiene por lo que hace, no por lo que es”…
¡Con qué poco se conforma el pueblo!, tan asfixiado de ausencias y sinsabores… Hasta yo estaba tan contenta y entretenida delante del televisor con la sensación de ser parte integrante de aquel festival colorido y escuchando algunos latigazos de los reporteros a la historia y al diccionario.
¡Qué bonita estaba la ciudad!, tan limpia, tan decorada, luminosa, florida y alegre y, mientras se iban desgranando las palabras del muchacho, palabras cuidadas al milímetro, medidas y pausadas, pensadas y sentidas, me acordé de la gente que no es nadie y, aunque rece por ellos todos los días para que el sol llegue a sus horas, en ese momento me alegré por ellos porque al no ser nadie estarían a salvo de las dentelladas más caninas que sufriría el muchacho que en ese momento estaba haciendo su declaración más íntima y personal de sus principios. Una declaración sonora, honesta y esperanzadora “Todo por y para el pueblo”… Menos mal que a sus cuarenta y ocho años y en el mundo en el que ha vivido hasta ahora (me imagino y espero de todo corazón) que estará curtido de enjambres de mariposas aduladoras, de manos que esconden cuchillos, de lenguas mordaces y asesinas.
Levanté los ojos hacia la pantalla y agudicé la vista para ver con más nitidez a aquel rostro recién estrenado, repleto de emoción contenida y buenas intenciones… Y sin poder controlar mi lengua más audaz que se soltó al vacío, dije “Que Dios te pille confesado, muchacho” Sí, porque aunque tuviera cuarenta y ocho años, parecía un crío mirando de vez en cuando a la tribuna donde posiblemente se encontraría los ojos amorosos de una madre orgullosa de su bien más preciado. Mujer curtida en los aromas más desagradables, en arquitecturas falsas y que, sin embargo, nunca había perdido las formas, ni su educación más exquisita, ni siquiera la sonrisa amable que se enfunda cada vez que sale a la calle… Sin darme cuenta, estaba dentro del corazón de esa madre comprendiendo cada latido.
El muchacho remató sus palabras, vocablos pegados a la realidad más real, y salió de aquel lugar donde las viejas glorias, las nuevas y las que no son ni lo serán jamás por mucho que se empeñen, habían escuchado al muchacho apuesto y mejor preparado de todos los tiempos. En silencio abrazó a su amigo don Quijote y juntos salieron a la calle a conquistar a un pueblo que necesita consenso, entendimiento, conciliación, equilibrio y paz.
Apagué la televisión, sí, estaba emocionada y como nadie me veía exceptuando mi perro, dije alto y bien claro:

¡Viva el Rey, Viva España!

1 comentario:

PEPE LASALA dijo...

Esperamos que todo sea para bien. Paso por aquí Mª Ángeles para despedirme por las vacaciones, así que un besote, feliz verano y hasta Septiembre.