Ha vuelto a llover y
hace frio; ayer me negué a la evidencia y me puse chanclas y lucí escote. Me
paseé como si tal solución fuera en ese momento a cambiar la climatología, y al
final del día tosía y temblaba… Una cosa es que no abandonemos los deseos y
otra nadar contracorriente, actitud que la bordo y así me va en muchas
ocasiones. Tal vez a una persona joven no la hubiera afectado en su salud, pero
en mi caso, la edad es descarnada y cruel como el calendario, quemando etapas
sin consultar con el ánimo de cada uno… Y es que no me entra en la cabeza
muchas cosas, entre ellas la edad, porque me miro y veo a la persona de siempre,
vital, alegre, chiflada, sazonada con una leve insolvencia que tanto irrita a
mi familia, pero que no estoy dispuesta a desprenderme de ella porque dejaría
de ser quien soy; porque una cosa es no ofender a quienes nos rodean y otra
cosa muy distinta el agradar hasta olvidarse de sí mismo. Actitud altruista,
sí, pero nada beneficiosa. Un día llegarías a mirarte al espejo y no te
reconocerías, simplemente serías el fruto de los demás pero no tú. Al constatar
ese hecho, te deprimirías, pasarías a ser alguien triste y gris y, ¿qué podrías,
entonces, regalar a los demás? Pena y más pena. Y yo no quiero eso aunque de
ahí a negarse la edad que tienes va un trecho; eso es tan real y verídico que
si nacemos, morimos. Por lo tanto, voy a hacer un acto de voluntad hoy, (mañana
ya veremos) y aceptaré mis años. Nada de quejarme por el descenso a tercera
división de mis carnes, menos del lumbago que me provoca el lavavajillas o
tirar del carrito de la compra. Olvidaré el deseo de una noche de juerga que al
día siguiente me sienta como un tiro al presentir la cabeza repleta de grillos
que no callan, ni un estómago devolviendo lo que no tiene. Tampoco desearé
hacer un Erasmus en Nueva Zelanda más que nada porque tendría que volver a la
universidad y luchar con el sufrimiento que me provocaba el bedel de turno cada
vez que me entregaba una papeleta con el consabido suspenso. No, no, menos
soñar con ponerme una minifalda porque jamás he tenido piernas de vértigo…
Seguiría pero no vale la pena; sin embargo, al aceptar (hoy, mañana, insisto,
ya veremos) los años que tengo hay algo que a veces se me olvida y es tan
importante para reconocerme cuando me miro hacia dentro: es ese jardín secreto
que no compartes con nadie, atiborrado de años, meses, días, horas y minutos,
de experiencias, de sonrisas, de llantos taimados, aquel primer amor que no has
olvidado a pesar de las tormentas vividas, de lágrimas sentidas, de amigos que
te han ido acompañando a lo largo de tus tiempos, de ausencias que te hacen más
fuerte y con las que hablas sin fingir que eres otra. Besos, abrazos, roces,
viajes soñados que se hicieron realidad, sensaciones irrepetibles, despedidas
inevitables… Actitud y aptitud que hoy voy a fomentar con todas mis ganas… ¿Me
acompañáis?
3 comentarios:
Más de uno viajamos en el mismo vagón. Cuídate en el plano físico, pero sigue fiel a tus ideas en cuanto a forma de pensar.
Besos tras una mañana perdido por esos cerros.
Claro que hay que aceptar los años; los años no son malos, siempre que no se cambie la esencia de la persona. Un beso y buen finde, me ha encantado.
Aunque no lo creas, ligo ahora más que cuando tenía la mitad de años. No soy apuesto, pero apuestan por mí.
Una mujer de cualquier edad, que confía en sí misma, irradia tal Energía que todos alrededor la sienten.
Pide un préstamo de "confianza", devuélvelo luego con "intereses" y disfruta del resto enérgicamente.
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