Al sur siempre lo
llevo prendido en los pliegues del alma. En mis ojos su azul sin límite. En la
boca el sabor de su salitre. En el olfato el aroma de su luz, y en el corazón
la espuma blanca y alegre de esa Andalucía que tanto quiero…
Hubo un espacio de
tiempo en el que el mar se puso a mis pies para que mis ojos golosearan en su
espuma. El agua era un cúmulo de chispas de cristal, oleaje turquesa y arena
desempolvada; tan sólo nosotros dos, la playa estaba desierta y, su inmensidad
era aún más grande para mi espíritu, mientras los otros estaban celebrando un
día de la madre atípico para mí.
Una gaviota se posó
muy cerca de mí, picoteó gorgojos de agua entretanto confiaba que yo era una
estatua de sal abandonada por la mar y, por lo tanto, no suponía ninguna
amenaza para ella.
Algo me hizo girar
la cabeza hacia la arena y la ternura de mi visión se desbordó: una cría de
gaviota chapoteaba entre la mar y la arena. Dubitativos sus pasos paraban para
hallar consuelo de un abandono despistado; movía la cabeza para sentir el
aleteo de su madre que no descendía. Llegué a sentir miedo por el desamparo e
indefensión de aquel minúsculo prodigio de la naturaleza que esperaba a una
madre que no atterrizaba.
No había más sonido
que un levante suave azuzando mi piel, agitando las briznas doradas de mi
cabello, y un susurro de olas llegando a la orilla de mis tímpanos; y en el
horizonte, esa línea tan recta, tan horizontal que casaba a la perfección con
la mar tan azul, tan lisa, tan segura… Justamente en ese hechizo presentí a mis
hijos esperando a su madre mientras ella, atrapada en el tiempo, en esa
realidad terca que a veces escuece tanto, esperaba que la marea del atasco
madrileño desapareciera para poder llegar a la orilla de sus hijos.
Un mayo hermoso y
soleado de puentes y primavera, a la
merced del hombre para, así, cargar las pilas desgastadas después de tanta
penumbra invernal. De flores silvestres creciendo entre las dunas y, yo,
perdida en mi sur añorando el norte de dos chavales sin madre en un día tan
señalado.
1 comentario:
Después de leerte, cierro los ojos y huele a Sur que es gloria bendita. Buff, qué arte tienes, un besazo.
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