Hoy se me antoja una
tarde de finales de invierno. El cielo es celeste, como si a Dios se le hubiera
derramado toda una lata de pintura azul; ha perdido el sombrío de las últimas
semanas. El sol se posa meloso sobre las cumbres, acaricia los campos y la
tierra encharcada; incluso algunos pedazos de terreno verberan espoleando a la
simiente a que no se esconda más.
El aire retoza
fresco, pero carece del frio de la nieve, el esqueleto de los árboles se menean
perezosos anidando en su techumbre los primeros brotes.
Los naranjos están
preparados para su azahar y, hoy, al tropezar uno de mis pies con su fruto, me
he agachado a recogerlo y lo he llevado hasta mi nariz; he cerrado los ojos y
su aroma ha cubierto mi espíritu de su olor inconfundible.
Por las calles ya se
intuye el ánimo de la cuaresma, en las pastelerías exhiben apetitosas torrijas,
y las puertas de las iglesias animan a los paseantes a que entres y recojas tu
corazón unos instantes.
Mi Esperanza ya está
aliñada de hebrea y en las esquinas llegas a envolverte de incienso.
José Javier me ha
subido a una azotea desde donde podía divisar los tejadillos adormilados, la
Giralda imperiosa y, en la lontananza, la serenidad gloriosa de Triana.
Nos hemos tomado
unas cervezas mientras saboreábamos de una amistad limpia y cómplice. Edurne nos
miraba con sus ojos tan dulces como preñados de tristeza por su pérdida
irreparable; mentalmente he acariciado ese corazón tan puro que posee… Y,
mientras las horas pasaban, he vuelto a respirar la Sevilla que me embelesa,
esa Sevilla paciente, tranquila, tan suya, tan llena de bulla.
1 comentario:
Ya está todo preparado Mª Angeles, y en unos 40 días tu Esperanza de Triana colmará a Sevilla de bendiciones. Esperemos el buen tiempo para poder acompañar también a mi Cachorro. Un beso grande, me alegro que hayas disfrutado.
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