jueves, febrero 20, 2014

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Hace tres años  que una madre llora su pena, llora sus ausencias, su vacío; es inconsolable.
Mientras mira una foto, las lágrimas penitentes ruedan hacia la nada. Sus ojos cada vez más chiquitos, más rojos de tanto dolor.
Nada puedes decir para que el consuelo llegue a su corazón roto, tan sólo escuchar sus torpes palabras que salen a borbotones por tantas causas perdidas que, mientras habla,, la ternura surgen en tus manos para acariciar ese cuerpo encogido.
Es cierto, todos la miman, la cuidan, pero a ella le falta algo que no encuentra por más que ruegue a Dios que se lo devuelva.
Es una madre que no supera que se le arrebatara de su regazo a esa hija, tan buena, tan paciente, tan comprensiva, tan llena de vida… Y es que para una madre, ¿cómo va a comprender, a entender que una hija se vaya antes que ella a la que la cuelgan tantos años de su árbol seco que nada hace ya en estos mundos? Pero su niña se fue, se fue sin hacer ruido, sin molestar, tal como ella era y, aunque su llama la mantengamos viva, presente cada día de nuestras vidas, la madre no la puede tocar, no la puede ver, ni siquiera llamar para hablar con ella…
Hoy veinte de febrero su hija cumpliría cincuenta y cinco inviernos, ese ángel de su jardín. La besaría como cada día, tal vez comerían juntas, quién sabe, pero lo que sí sabemos es que esa madre tendría a su hija.

Por el contrario, hoy  un veinte de febrero cualquiera sólo nos queda el consuelo de ir a ver a nuestro ángel a una tumba fría y gris, ponerla unas flores, cantarla el cumpleaños feliz, incluso contarla el pan nuestro de cada día de los trescientos sesenta y cinco días pasados sin ella,, decirla que la queremos, que la querremos siempre… Pero esa madre, a esa madre eso no la consolará nunca.

5 comentarios:

CHE dijo...

Por Dios!!!!!
Qué buena eres.....
En tan poco decir tanto.

Amelia dijo...

Ma Ángeles, soy Amelia la madre de José Javier, creo que te acordará de mi, cuando he leído tu relato de hoy jueves, me he estremecido, está pasando unos días en Sevilla una amiga madrileña, que ha pasado por ésa desgracia que tú comentas, perdió un hijo en Noviembre, figúrate como está, se ha venido para cambiar un poco de ambiente y ayudarla en lo que podamos. Al leer tu relato me ha gustado mucho, y tenía que comentartelo. Un fuerte abrazo de esta sevillana. Amelia

CARMEN ROYUELA dijo...

QUE BONITO Y CUANTA TERNURA EN TU RELATO.GRACIAS.

Nómada planetario dijo...

Has descrito de forma magistral el problema de ese hueco en la vida de una madre.
Besos de alguien que sabe de lo que habla.

Maripaz dijo...

La muerte de un hija para una madre es algo tan doloroso que es muy difícil superar.
Lo has descrito muy bien tu con este texto tan entrañable.