A veces suceden las
cosas y por más que te empeñes en encontrar una explicación razonable, no la
encuentras; Lo mejor, entonces, es
dejarte llevar…
Todos los años al colocar
los regalos de reyes pongo como guinda a la decoración globos de colores. Ayer,
antes de ir a ver la cabalgata, fui a comprar los globos y me fue difícil encontrar
unos bonitos; entre que llovía, la gente se había volcado en las calles
ignorando el agua, la niebla que bajaba “mágica” confundiéndose entre los focos
de la televisión, las luces…, hasta que entré en una tienda extraña. Digo lo de
extraña porque ahora recapitulando todo, me doy cuenta que aquella mujer gorda
de brillantes ojos me quiso decir algo que yo en ese momento no entendí:
-Sólo me quedan
globos para gente que se quiere. Están en oferta.
Al escuchar la
palabra oferta, no lo dudé y los compré. Esta mañana me levanté a las seis a
inflar globos (la gente en mi casa este día madruga y mucho) y me di cuenta que
en los globos ponía por todas partes “Te quiero”
Después de
desayunar, aplaudir cada regalo abierto, siempre cogemos los globos y los
tiramos al jardín para que jueguen los niños con ellos. Pues bien, después de
todo eso, cogí a mi perro y nos bajamos al jardín y aquí es cuando comienza lo
inexplicable…
Uno de los globos
estaba en la puerta del portal; al comenzar a caminar Frost y yo me di cuenta
que el globo venía detrás de nosotros. Daba igual por el rincón que fuéramos,
él venía tras de nosotros y justo se paró cuando fuimos a entrar de nuevo en el
portal. Lo miré y al ir a agacharme, él
se elevó hasta la altura de mis manos.
Aquí lo tengo en la
mesa donde escribo diciéndome… “Te quiero”
1 comentario:
Qué bello, qué bonito... Es un precioso cuento de Navidad.
Gracias, amiga.
Es la hora del vermú. Me acordaré de ti cuando lo tome.
Chin, chin.
Publicar un comentario