Hoy que amanece
Madrid envuelto entre algodones, he sentido como si al traspasar la niebla
fuera a encontrar el cielo azul del sur, el mar en calma, la playa desierta
llena de piedrecillas blancas, y a Carlos mirando en la lejanía mientras sus
gafas de sol reflejaban la espuma del mar…
Carlos es un tipo
inusual; no es, aunque no se distinga del resto, un hombre al uso. Tal vez sus
ojos del halcón hacen que vea donde los otros no ven, o cuando sus manos
manosean algo, como cualquier persona, la sensibilidad de Carlos aprecie algo
que se nos escapa a los demás. Por eso sus gustos son tan variopintos, a veces
exquisitos, otros excéntricos. Una de las cosas que me gustan de él es que, después
de casi veintiocho años de amistad, siempre que estoy junto a él, descubro algo
nuevo, como si su libro de la vida no se le acabara las hojas y siempre tuviera
algo nuevo para escribir.
Está lleno de
rarezas, no os penséis que os estoy mostrando un ángel con alas inmaculadas, no,
porque Carlos es un ser humano como tú y como yo, pero sé que el tiempo, las
tormentas, la lejanía…, no harán que cambie nuestra amistad; sé que él siempre
estará esperando en puerto a que llegue mi barco.
Mientras muchos de nosotros
tenemos mascotas, como pájaros, perros, cobayas…, Carlos tiene cinco patos que
salvó de la guillotina de un vecino que pretendía zamparse a los cinco
animalitos. Dos de ellos son blancos, hermosos. Otros dos son revoltosos,
castigados cada dos por tres por sus tropelías. Y sin embargo me derrito cuando
pienso en Priscila. No es guapa, está coja y desplumada; tal vez por esas
características me enamoré de esa pata a primera vista. Quizá, un día, cuando
se recupere de sus heridas de guerra, se convierta en un bello cisne, quién
sabe… Mientras llega ese día, Priscila camina ladeándose, come sentada mientras
a sus cuatro compañeros se les distrae para que no la quiten su alimento. A
veces levanta su cuello tortuoso y mira allá donde mis ojos no alcanzan y,
entonces, la veo tan delicada como hermosa; etérea en su propia esencia de ave
maltrecha.
Hoy, un domingo que
amanece en blanco, en un Madrid que cesa su vorágine de ciudad sin descanso, mi
corazón traspasa la niebla para irse al sur y encontrarse con Carlos y
Priscila.
4 comentarios:
Un tipo especial tu amigo Carlos. Algo atípico el tener tantos patos como mascotas.
Una amiga mía tenía uno en su piso.
Tu texto impregnado de humanidad.
Hoy he disfrutado de un día casi primaveral.
Besos mientras el frío se adueña de la noche.
Bien por Carlos!!!
Besos.
Tienes un amigo muy especial y genuino. Debe ser estupendo hablar con él. Qué grande lo de los patos!
Un beso, Mari Ángeles y buena semana.
Me encantan los tipos como Carlos, auténticos, genuinos...en cuanto a Priscila, me ha cautivado su tierna historia.
Un texto, precioso.
Un beso.
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