Está nevando en algún lugar cercano. Lo digo porque al doblar la esquina,
el aire gélido se abraza a tu cuerpo... La gente camina encogida sin mirar a
los lados. A mí, me pasó el lunes al bajar del tren, y después de haber visto como
Segovia se había convertido en la estampa de un cuento de Dickens; tuvieron que
pasar unas cuantas horas para que mis huesos retomaran el calor perdido, y mis
ojos vieran de nuevo las calles de mi niñez. Así descubrí que las luces de la
navidad están preparadas, otrora dormidas esperando su tiempo. Además, encontré un remolino
de gente que se agolpaba en un escaparate; intuí lo que miraban. Tan sólo una
ojeada a sus rostros convertidos en ese momento en niños ilusionados, para saber
que sus corazones latían recuerdos del ayer; el primer escaparate de la ciudad
exhibía un nacimiento como preludio de una época que siempre vuelve. Después, pude
observarlo sin apretones, en silencio, suspirando, haciendo acopio de luz para
regalar en esos días que para algunos son tristes porque las ausencias se
pronuncian mucho más que en otras épocas del año. Para otros, las fechas que se
aproximan dibujan un latido demasiado sonoro de la soledad.
Metí las manos en los bolsillos para guarecerlas del frío mientras mis
pasos seguían la singladura de las sensaciones que me provoca mi ciudad cada
vez que respiro su aire. Me habla sin hablar para llenar mis interiores de vida.
Me gustan estos paseos reflexivos repletos de rostros conocidos al pasar.
Algunos jamás he cruzado una palabra con ellos, sin embargo son fotografías
perennes en mi álbum. Con otros, te paras a charlar para después reanudar tu
paso y con el corazón más caliente. Y es que el anonimato en la gran ciudad a veces es
bueno pero otras, mata.Sin embargo, las ciudades pequeñas hay ojos espiando tus pasos continuamente pero una vez que te acostumbras ni los sientes.
Pasé al lado de una castañera y me embrujé de su aroma mientras la niebla
comenzaba a pegarse al asfalto. Atrás dejé el centro para internarme en callejuelas de doble
sentido donde la esperanza se ausenta, y se confunde con el reloj parado de
muchos corazones.
...Cada momento de la vida te ofrece un espejo para mirar lo que te rodea, y
el de ahora me refleja un montón de ancianas que miran con ojos vacíos; al
verlas tan desvalidas me abruma, y he de pinchar a mi sonrisa para calentar
tanto desanimo generalizado. Y es que, tal vez, estos días que llegan sin
llamar, nuestro esfuerzo ha de ir encaminado hacia esas gentes que tanto les
falta. Es el momento de remover nuestra conciencia, agitarla para que despierte, y dar un poco más de lo habitual de nosotros mismos porque, aunque la navidad sea odiada por muchos, es una época donde estamos todos más sensibles y receptivos ; ayer lo vi tan nítido como esa agua que, al
caer, se convertía en escarcha. A mi me llegan, por las circunstancias que vivo,
esas ancianitas que te miran sin ver y que proclaman silenciosamente una
caricia.
9 comentarios:
Hay que darles esa caricia a las ancianitas, cuidarlas y mimarlas, no sólo en Navidad, sino siempre. Me ha encantado tu relato Mª Angeles. Por cierto, pásate por el blog de la Tertulia, hay algo que creo te gustará. Un besazo y buen finde.
Me ha encantado como describes ese mundo de sensaciones que te trajo la nieve y el encuentro con la gente en la pequeña ciudad.
Respecto a ese mundo donde los ancianos esperan anhelantes una sonrisa y un mimo, lo conozco de cerca y siempre me conmueve.
Un abrazo
Hace tiempo que se fueron esas ancianitas.
Que pena.
Besos.
Es muy bello disfrutar de leer relatos tan interesantes y que nos hagan imaginar un bello lugar con una bella situación. Este verano espero poder Viajar a Los Angeles y disfrutar de lugares tan bellos como los que imagino
Un relato con mucha emoción. Apropiado para estos primeros fríos que nos aturden pero que a ti te hacen escribir bellas palabras.
Un abrazo desde el sur.
Entrañable crónica urbana y social. Reconozco que la vejez me asusta, por lo que conlleva de soledad y desvalida. Creo que no podré asumirla cuando llegue la hora.
La humanidad debería ser menos depredadora, ya sé que hago un brindis al sol.
Besos en un día de perros.
Muy hermoso querida amiga. Es la época del año en que nos volvemos más tiernos y sensibles hacia las personas más desvalidas. Es también un momento para detenerse y reflexionar sobre uno mismo. Un abrazo.
Vuelvo sobre lo mismo, me encanta leerte y lamento el poco tiempo que dispongo en estos tiempos. Hay épocas significativas queramos o no, y es cuando se juntan todas la soledades, cuando los años alcanzan todo el cuerpo y muchas veces enturbian los recuerdos.
Abrazos.
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