Nunca me gustaron
las tardes de domingo; me encerraba en casa y me hinchaba a ver películas. Las
mañanas domingueras, sin embargo, siempre han gozado de mi beneplácito. No hay
más que salir una mañana de cualquier domingo por las calles de Madrid ¡una
gozada!, poca gente, ambiente seudo-intelectual en las puertas de los museos,
el vermut de la una de la tarde, pasear sin la estridencia de los coches, ir al
rastro, a un mercadillo pero, ¿y las tardes domingueras? Hace tiempo que las
convertí en mi cajón de sastre particular; me dedico a hacer las cosas más
variopintas desde labores de jardinería, ordenar un altillo, rebuscar en un
cajón a ver qué secretos guarda, ver fotos, recortar artículos, y guardarlos
amorosamente en una carpeta que, un buen día, abriré y olerá a tinta pasada y
papel rancio, éste se habrá tornado amarillento, pero sus letras encerradas me
darán un suspiro de bienestar. Lo que hago con profusión es pasar las hojas de
los semanales con mucha, mucha rapidez, tanta que a veces parecen que se mueven
las sombras de los personajes que desfilan en estas revistas, pero siempre
sucede un milagro (llámese milagro en esta ocasión a una hoja que se obstina en
no ser maltratada con indiferencia y se abre sin más)… Entonces me quedo como
alelada mirando lo que me va a revelar la hoja obstinada. Y este domingo ha
sido una parcela que se llama “Sobrevivir a la crisis” Es una serie de fotos de
hombres tirando de un carro; dentro llevan su especialidad. Unos cartón, otros,
metal, objetos reciclables…, una variedad infinita de vidas entre los desechos de
los demás para sacarse unos euros y tirar”palante”… Me ha dejado triste pero
menos porque la dignidad de los personajes en esas fotos es grande, grandísima
y, si bien es muy triste llegar a esos extremos, la capacidad humana para
seguir “palante” es infinita.
Y así ha terminado
ya casi este domingo de cajón de sastre con la imagen de esos seres anónimos
que han removido mi conciencia.
¡Que tengáis buena
semana, amigos!
1 comentario:
El otro día vi como unos jóvenes esperaban a que las empleadas del súper sacaran los alimentos para tirar, por estar caducados o en mal estado.
Antes de que llegará su peculiar maná, la policía les mareó a preguntas, para ver que hacían. Manda huevos, con la chorizos que hay sueltos, perder el tiempo en estas pamplinas.
Los pobres chicos se llevaron un alegrón con la mercancía de desecho.
Así está el patio.
Besos tras un día de campo.
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