Ayer fue un día loco; las nubes iban y venían, eran de todos los colores.
El viento hizo de las suyas, y zarandeó a las copas de los árboles hasta dejar
el césped con miles de mariposas en forma de hoja. Pero llegó el sol, con más
fuerza que ninguno, y arrasó con toda mancha pintada en el cielo. Éste terminó
azul, pero de ese azul sospechoso y traicionero que esperas que sea dulce, pero no, se ha aliado con el
aire cargado de menos grados. Tú, ingenua, sales al jardín esperando entibiar
tu piel fría, y aún se te hiela más… “Pero si es septiembre” Te dices al no
comprender estos humos que son de otoño, no de ahora. Esperas, y el tiempo no
te engaña, simplemente son jugarretas de un clima maltratado. Al cabo de las
horas, el viento vuela y la calma vuelve.
Ha caído la tarde zumbona entre silencios y aguas camino de su destino;
miras al cielo, y la noche es la que viene, cargada de estrellas y con luna en
cuarto menguante. El azul te hipnotiza,
teñido de rojos lejanos, añiles oscuros, y un negro que no acaba de ser
tal.
En la lejanía se escuchan las tracas finales de unas fiestas que se acaban;
Simancas se apaga al abrigo de su historia. Mañana, será otro día.
1 comentario:
Sensaciones pobladas de luces y colores. Preciosos destellos de belleza junto a un lugar que bien merece una visita. Simancas siempre espera, vestida de domingo.
Un abrazo.
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