Santa Teresa decía que era beneficioso para la mente dormir
dos veces al día y, tal vez por eso, mezo los recuerdos para que no vuelen de
mi mente, y sean aún más vivos que cuando los viví por primera vez, dando
cobijo y sombra en mis ramas a esa turbación que me provoca Sevilla cada vez
que llego a ella.
Navegando en sus aguas entre el purismo y la ortodoxia, su luz se vierte líquida,
rubia como la cerveza que tanto gusta al sevillano, porque allí se vive hondo las emociones de sus
costumbres más arraigadas que dan de
Sevilla una personalidad tan singular como única. Desgranan vocablos con voz henchida de exaltación trasformando un cojín
de palabras perfumadas de azahar.
Me gusta como huele Sevilla, mezcla de flor, fe, cerveza, e
incienso. Me deleito en su atmósfera tranquila aunque repleta de bulla, en su
elegancia de señora rancia conformando toda ella un breviario de felicidad, tan
simple y llano, que no hay clases sociales para ella. Porque Sevilla es intensidad en cualquiera de sus
aristas y, aunque la memoria es fugaz, esta ciudad me hace ver detrás de la
bruma del tiempo que se obstina en borrar las huellas de mis creencias.
No exageran cuando dicen que Sevilla es única, y los tours
operadores extranjeros debieran primar no sólo el Prado, joya española por excelencia y, sin hacer de menos a Gaudí,
cualquier foráneo viviría el espíritu español visitando esta hermosa ciudad.
3 comentarios:
guay...
por la siesta de Santa Teresa y los reflejos sevillanos
Comparto estas dos debilidades y las suscribo.
Un abrazo desde Valencia.
Mª Ángeles, me gusta mucho tu entrada, haces fiel retrato de Sevilla y los sevillanos, lo has captado con sensibilidad y bien entendidos. vamos como si hubieras estado viviendo por aquí tiempo, o eres rápida y certera en comprensión.
Sigo tu blog desde hace mucho y me gusta una jartá, es un bastinazo positivo.
Felicidades y muchas gracias por tus aportaciones.
Un afectuoso saludo desde Gines.
Mari Carmen.
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