Suceden tantas cosas
en verano que no da tiempo a contarlas. Tal vez sea porque en vez de tejado y
muros, nuestros cuerpos y mentes se ubiquen bajo el cielo a lomos de la tierra
que en estas fechas está cubierta de una patina amarillenta alimentada por días
de agua de lluvia o por el riego al caer la tarde después de haber soportado el
calor del sol, quién sabe… Ayer vino una ola de calor a visitar estas tierras
de Machado y las gentes se convirtieron en barbos huyendo del sofocón. Otros, se
vistieron de conejillos en su guarida hasta llegar la noche y, entonces,
salieron a contemplar las estrellas, a pasear las lenguas en una amena charla
mientras en sus gargantas corrían pequeños riachuelos de buen vino.
Me daba pena marchar
a dormir, los grillos no hacían otra cosa que susurrar nanas de cebolla y las
estrellas pintarse de farolillos incandescentes. Un suave vientecillo jugaba
sobre mis brazos, y mi ánimo sentía los
pequeños placeres de la vida. Mi perrillo descansaba en mi regazo y pensé que
no podía pedir más; me sentí llena, en paz conmigo misma en un verano
salpimentado de olas que no llegan a puerto.
5 comentarios:
Hacía demasiado tiempo que no te leía; lástima, pues me he perdido mucha lectura interesante. Un saludo especial para ti desde estas tierras que también conocen el calor ... de vez en cuando.
Abrazps/
Yo me quedo con esa imagen llena de sonrisas.
Un abrazote.
Paréceme que eres la de en medio, de pie, y se nota ese compArtir sonrisas y momentos de felicidad.... ¡qué bueno!
Saludos a todos y buen verano
Qué no te falte mi beso.
Noches como las que describes son las que hacen sentirnos más vivos, más reales. Por aquí el terral hace que el aire acondicionado sea mandamiento universal.
Besos hoy que el levante permite respirar.
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