Es un verano extraño. Mientras los árboles se cimbrean al son del viento, los conejos corren por el césped perseguidos por mi perro. Un grillo se ha colado en la terraza, le observo impertérrito a mis ojos y deleitándome con sus cánticos nocturnos. Mis hijos van y vienen con sus maletas, las flores no paran de enrojecer al paisaje y mi mente se dispersa sin encontrar un estribillo que dispare a mis dedos sobre el teclado. Me abrazo al sol para que tueste las ausencias que tanto añoro esperando que el pensamiento se aquiete y encuentre el equilibrio entre la verdad y la fantasía y, así, traducir a palabras lo que siento, pienso y espero.
Los rigores del verano por estas tierras castellanas no acaban de llegar y duermes bajo las estrellas con una manta arrebujada al corazón para que, a veces, la luna me indique dónde está lo que no veo.
1 comentario:
Si tuvieses huerta y gato, en vez de jardín y perro, ya habrías visto verdaderas musarañas. Si las persigues, es porque realmente no quieres renunciar a lo que quieres.
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