En verano el ánimo mejora sustancialmente; es una estación que nos regala momentos inmejorables tanto para los sentidos como para el pensamiento que se enriquece del alma intangible como el corazón y sus sentimientos que se abren a lo que la vida te ofrece con un peaje gratuito…
Ayer volvía a casa a una hora imprecisa aunque mágica. El sol se sumergía en su océano particular y sus rayos eran brasas dulces y cadenciosos que mis ojos puestos en la carretera no podían dejar de mirarlos de reojo mientras el horizonte frente a mí se convertía en un espectáculo. El aire, a esa hora, era una suave brisa que entraba por la ventanilla despejándome de las telas de araña que se posan a veces en mi corazón.
Volvía por una carretera comarcal, sin tráfico, que dejaba entrever los campos en sosiego, amapolas perdidas a la vereda del camino, colores adormecidos por el ocaso que me imprimían una paz tal real como el instante que respiraba.
Son momentos en que perdonas todo desagravio, te sientes una esponja en un mar castellano y sin darte cuenta en tu rostro se plasma un rictus agradecido, una sonrisa leve que da luz a tu existencia en un verano más de mi vida.
2 comentarios:
Tienes un gran corazón y una espléndida pluma para decir las cosas con la frescura, el sentimiento y la sensibilidad que llegue al alma. Esa sensanción, que tu refieres, la he sentido yo también viajando solo, recorriendo caminos por la vida y pensando en la nimiedad del ser humano ante la belleza del cosmos... Te comprendo, y entiendo esa forma de abrir la puerta al mañana...
Besosss
Un besito veraniego, Cantalapiedra.
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