El día dieciocho fue el día mundial de los amigos de las
flores-un nuevo invento que no sé con qué fin, pero me pareció bien, bonito, y
no quise pensar en los fines subterráneos de dicho propósito, así que me quedé en la epidermis de la idea.
Me gusto porque somos, la inmensa mayoría, hijos del agobio en un mundo duro y cruel,
en el cual solo las altas esferas siguen impertérritas a las pobrezas y
miserias del resto, vulnerables a cualquier viento. Por eso cualquier detalle
agradable que anime aunque sea un instante es bueno y mayo, mes de las flores
por antonomasia, nos regala escenas visuales maravillosas a las cuales te
puedes acoger y dulcificar la sensibilidad que cada vez se nos fosiliza más y
más.
El otro día en Roma me pescó mi marido haciendo fotos-fue
gracioso porque al verme otros turistas se tiraron en plancha hacer lo mismo- a
unas simples amapolas que crecían a los pies del teatro Marcelo; me dieron la
sensación que crecían ajenas al bullicio, a la polución. Se adaptaban al medio
como camaleones sumergiéndose en su propia y sencilla belleza. Mi marido me preguntó el porqué de mi
obstinación en hacer fotos a unas amapolas cuando el teatro Marcelo se erguía
ceremonioso y bello ante nosotros. Tal vez no supe explicarle la sensación tan
hermosa y grata que me producían aquellas amapolas creciendo a su libre
albedrío, espigadas y coloristas, inocentes en cuanto a su futuro, a la vez que me recordaban tanto al ser humano
actual… Y, si siempre hemos debido sujetarnos y valorar el instante presente,
hoy, cuando el rugido del mundo me recuerda a los lobos en noches de luna
llena, es imprescindible que aprendamos a valorar esos momentos que duran
apenas unos segundos, pero que son un oxígeno para nuestro espíritu. Creo que la clave es estar abiertos a aquello que roza nuestra vida y que es tan fugaz como bueno y positivo.
3 comentarios:
Esta noche iría a la Fontana di Trevi. Ojalá lloviera para que no hubiera nadie.
Y me quedaría oyendo el agua y viendo llover.
Será para apartarme del rugido del mundo.
Besos.
Hola mi dulce rubia... las flores.. no sé.. para mi casi lo mejor de la vida..
Un beso
Todos los miércoles, en mi empresa, renuevan las flores a la Virgen de Guadalupe. Yo ahora recojo las viejas y los recortes de las nuevas, para rellenar el hueco de tierra de la olvidada jardinera en la azotea. Desde entonces, han salido flores silvestres preciosas (pequeñitas) donde había ya tierra y mi rosal de casa, después de sobrevivir al desesperado trasplante, floreció pomposamente.
No quiero resaltar lo que hago, sino lo que hiciste.
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