
Anoche me pasó algo muy extraño: estaba muy cansada y la cabeza hueca pero, de repente, un silencio, inusual para esa hora, vino a hacerme compañía. Le invité a sentarse junto a mí, en el suelo donde me hallaba tirada entre un montón de papeles que no me decían nada por muchas letras que estuvieran condensadas en ellos y me sugirió cerrar los ojos e imaginar. Solté lastre rápidamente y en un instante desperté en un salón decimonónico de un hotel parisino. Recuerdo que estaba sentada junto a un ventanal desde donde podía ver cómo la niebla sucumbía al hechizo de los Campos Elíseos, sólo las diminutas bombillas colocadas sobre los árboles emergían del tapiz blanquecino. Estaba sola y desde algún lugar de la estancia presentía murmullo de voces y sobre ellas se alzaba el sonido de un piano invocando jazz. Por unos instantes cerré los ojos, el placer, la calma, el deleite, eran inmensos. Volví a abrir los ojos con calma para enfrentarme con una vela, puesta en la mesa bajita, que jugaba con su llama a atrapar sensaciones; aún sentí más serenidad, si cabe. Un camarero muy ceremonioso, vestido con una levita delicadamente acoplada a su cuerpo, se acercó a mí trayéndome una taza humeante que despedía un penetrante aroma afrutado. Con una simple reverencia se apartó de mi campo visual y me hallé frente a una taza de chocolate a la canela con todo el poder afrodisíaco y sensual de la reina de las especias. Comencé a manchar mis labios en el borde de la taza a la vez que su aroma se refugiaba en mi nariz y mi lengua cataba su suave textura. Después, cuando su calor se fue disipando, el sabor de aquel cacao del Caribe corrió por mi garganta de una forma lenta aunque decidida, dulce y enérgica hasta que por más que incliné la taza, mi orgasmo chocolatero había finiquitado. Aún así, me dio tiempo a encender un cigarrillo pausadamente y volver a mirar por el ventanal cómo la niebla jugaba a esconder el Arco del Triunfo… Una vocecilla lejana me sustrajo de aquel paraíso:
-Mamá, ¿me cuentas un cuento?
Mi tierna realidad me acaba de despertar… Mañana será otro día.
5 comentarios:
Que me habrá pasado que me tuve que hacer un chocolate calentito????
que descripción niña! me gusta el chocolate aromatizado con especias, me recordaste ¿sabes? a la pelicula de Chocolat!!!
Mujer, haber invitado a tu tierna realidad a tomar un chocolate en ese salón decimonónico...con lo interesante que estaba!! Y qué bueno el chocolate, espero que al tomarlo de forma virtual, no vaya a las caderas de forma real, jeje. Un abrazo, guapa.
Precioso...Yo
Ya me están entrando ganas del chocolate calentito y además por lo visto te salió tirado de precio.
Saludos y que lo aproveches.
A mi me entran ganas de
escribir como tú.
(De chocolate caliente también)
besos,
ana.
Publicar un comentario