La mente humana es retorcida, sádica y sedienta de sangre ajena. Sólo, cuando logras rozar su fibra más sensible, te das cuenta que debajo de esas capas de alcachofa, late un corazón, sobreviven los restos de un naufragio humano.
Por encima de la mesa navegan
retazos de vidas que me eran ajenas, y sin embargo, después de años, ya son
parte de mí.
El bombero, el estudiante, la
señora de la limpieza, la ucraniana en paro, el programador, la esposa, el
marido, un ATS… me miran expectantes. Están convencidos que jamás acabarán sus
historias particulares, pero depositan en mí, como en otros muchos, la
responsabilidad de recordarles, de hablar de lo que pudo ser y no fue. Su
sangre no ha de correr en vano, sus móviles no cejarán en su empeño de sonar
mientras su recuerdo esté entre los vivos.
Me pregunto por qué he de
hablar de un dolor que muchos desean olvidar. Juan me susurra que sintió rabia
e impotencia, pero que nunca se volverá a sentir tan cercano a otros como
aquellos días en que se subía al metro y palpaba que la persona que estaba
sentada a su lado, cuidaba y se preocupaba por él.
Jesús me mira de una manera
rara, entre el dolor y la resignación. Me cuenta que una extraña se abrazó a
él. Después, secó sus lágrimas depositadas en el rostro de él y dijo “Estás
vivo”
Por lo visto le conocía; él
jamás reparó en ella. Durante quince años había pasado por su lado sin fijarse
en la mujer que fregaba el suelo cada la mañana. Cuando acabó de hablar con
ella, Jesús comprendió que todos formamos parte de la vida de otras personas, y
que, de alguna manera, somos necesarios para ellas.
Fernando busca algo en su cara
que no encuentra. Desiste; está triste. Cualquier ruido le estremece. Aquel día
oyó un estruendo; creyó que él mismo había estallado, pero aún tuvo tiempo para
mirar hacia su derecha. Su hijo Julián dormía abrazado a su carpeta; por la
nariz se escapaba un río rojo.
Podía seguir hurgando en la
herida pero no quiero.
Me llamo Daniel, cuenta cuentos
de viajes. Siempre iba con mi fiel compañera, Macarena.
A decir verdad, sólo existíamos
en la imaginación de nuestra escritora. Ella decidió rendir tributo y
desprenderse de mi adorada Macarena.
Desde entonces, mi
idiosincrasia personal ha cambiado. Soy viudo, sigo viajando y contando lo que
mis sentidos expresan a mi corazón. Pero, como muchos, aunque Daniel sea
ficticio e imaginario, ya no ha vuelto a ser el mismo desde aquel día en que
las entrañas de Madrid rugieron al espanto, al dolor sordo.
Ahora, pienso que no siempre se
ha de escribir del derecho, también del revés se leen las cosas, y, a veces,
con más claridad. Estoy seguro que en el dedo corazón tengo clavada una espina,
que, al teclear, duele. Sin embargo, es una tortura dulce y cadenciosa.
Hogaño, mis viajes tienen un sabor
especial entre el azahar y la lluvia, entre la nostalgia y la tristeza.
Macarena ya no está aquí, aunque pienso que puede estar posada en la rama de un
naranjo, o, quizá, mirando tranquilamente las aguas del Guadalquivir mientras
cae el sol sobre la Torre del Oro. No he podido evitar el recordar aquel soneto
de Neruda que decía “Desde hace mucho tiempo la tierra te conoce, eres compacta
como el pan o la madera, eres cuerpo, racimo de segura sustancia, tienes peso
de acacia, de legumbre dorada. Sé que existes no sólo porque tus ojos vuelan y
dan luz a las cosas como ventana abierta, sino porque de barro te hicieron y
cocieron en Chillán, en un horno de adobe estupefacto. Los seres se derraman
como aire o agua o frío y vagos son, se borran al contacto del tiempo, como si
antes de muertos fueran desmenuzados. Tú caerás conmigo como piedra en la tumba
y así por nuestro amor que no fue consumido continuará viviendo con nosotros la
tierra.”
Mi álbum, como el de ciento
noventa y dos personas más, se encuentra inacabado. Cinco mil ciento diez
instantáneas le faltan a cada uno desde aquel 11 de marzo del 2004.
PD Hace dos semanas que tengo los blogs abandonados y tampoco he ido a los vuestros, perdonadme. Están siendo días de locura con la presentación de mi nueva novela, pero prometo en volver pronto. Un besazo
3 comentarios:
Supongo que si yo estuviera presentando una novela me olvidaría hasta de mi nombre, así que el motivo no puede ser más contundente.
¿Y ese premio Sial Pigmalión que te han dado en febrero? Es que no paras. Conste que yo te decubrí antes, chavalica.
Muchas felicidades.
Me alegra mucho que vuelvas y que la ausencia se deba a algo tan chulo como la presentación de la novela. Besos y enhorabuena por ese premio.
Olá, Mª Ángeles!
Mais uma bela narrativa, da qual transcrevo esta passagem:
"Ahora, pienso que no siempre se ha de escribir del derecho, también del revés se leen las cosas, y, a veces, con más claridad. Estoy seguro que en el dedo corazón tengo clavada una espina, que, al teclear, duele. Sin embargo, es una tortura dulce y cadenciosa."
Parabéns, querida amiga.
Beijo,
Pedro
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