viernes, diciembre 23, 2016

CALLE TAHONAS, NÚMERO 6

…Es una calle, justo al lado de la calle Harinas. En las ciudades, hace muchos años, había zonas en las que los nombres de calles iban asociadas a un gremio específico como los zapateros, carpinteros…, pero eso dejó de existir. Sin embargo se conservan vestigios de aquel entonces.
Tahonas es una calle pequeña, estrecha y fea. Los edificios de antaño de una planta fueron derribados y sustituidos por otros de tres pisos o cuatro. Fachadas sin personalidad, arquitectura de los sesenta que hoy la tacharíamos de minimalista.
Ver esta calle de día sientes que aún es más fea. La luz se cuela en ella y desnuda su perfil, sacando sus hoyuelos más pobres, sus carencias, pero la fealdad tiene dos caras al igual que la belleza, es cuestión de abrir tus cinco sentidos.
A Tahonas siempre llego de noche por calles ensortijadas, igual de estrechas que Tahonas en las que aún persiste la arquitectura popular de un tiempo que fue. Casa de un piso, otras de dos, de balcones pequeños y ventanas chiquitas y enrejadas algunas. Puertas humildes que en verano cuelgan un cortinaje descolorido por el sol castellano. La estrechez desemboca en una plaza igual de chiquita con un frondoso árbol que cobija en su sombra dos bancos. La luz se pinta de huevo y farolillos cosidos a las paredes que, cuando la niebla cae, este pequeño mundo de calles se convierte en letra de un cuento de Dickens.
Tahonas posee once arbolillos de tronco anoréxico y copa graciosa. De su estrecha cintura aún se saca hueco para aparcar coches sin pretensiones.; ni gama alta ni media, simplemente coches.
En el número 6 hay un barecillo, también sin ninguna pretensión de ser lo que no es; un bar de barrio con clientela fija. Eso sí, limpio, impoluta su compostura, con unos caldos fantásticos, una barra colorida de manjares que hacen las delicias de los visitantes. Sus dueños, un matrimonio amable, cariñoso, pero que sabe cuál es su sitio y de ahí no pasa. Me gusta pegar la hebra con Avecinda en su cocina minúscula mientras ella trajina entre cacerolas y yo me bebo un clarete cosechero.
Este barecillo tiene algo curioso: en su puerta hay un banco corrido en el que caben no más de tres personas. Es un banco mágico donde me siento a fumar descubriendo la calle Tahonas. Su silencio es glorioso, relaja la excitación de los sentidos catapultados por el ruido del día. Los cristales de los coches se convierten en espejos; se ve la televisión donde corre un balón sobre un césped verde chillón, y yo me veo en blanco y negro mientras se colorean en ellos unas letras “raB sairA”… Respiro la noche, hago mis balances mientras un cigarrillo se consume. En algún lugar han sonado las campanas; cuento hasta doce toques y me doy cuenta que sentada en ese banco de la calle Tahonas he pasado de día y ya estamos en el 23 de diciembre. Sonrío, cojo el móvil y marco un número. Una voz loca y juvenil me contesta y yo digo “Feliz cumpleaños, feliz navidad, hijo”
Va cayendo la niebla y atrás dejo la calle Tahonas, esa calle que de fea, es hermosa.

¡MUY FELIZ NAVIDAD!

1 comentario:

Lola Barea dijo...

Que bello es sacar de lo feo belleza, como la calle de tu relato. Precioso.
Saludos Mª Ángeles.

FELIZ NAVIDAD.

Lola Barea.