Muy de mañana me he
dado un paseo. En alguna esquina soplaba el viento y me he subido el cuello del
pijama. Apenas había amanecido pero he presentido que la primavera afloraba por
alguna costura pues los pájaros ya se han encrespado en el altozano a piar la
luz que llega mientras los árboles manifiestan que la vida sigue.
He pasado por calles
recoletas, ensortijadas de buenos augurios, sonrisas anchas y algún que otro
chillando a la humanidad; me han dado ganas de pararme y decirle que cerrara la
boca pues iba a despertar de mal temple al rosario de la aurora. Luego he desdeñado
la idea pues tu actitud hace y dice más que mandarle a tomar vientos y he
seguido por mi paseo.
En un local he oído
cantar cumpleaños feliz y me he asomado. Un grupo de ancianas octogenarias y
nonagenarias reían, aplaudían, como si la edad no fuera con ellas y la
vitalidad aún siguiera cohabitando en su espíritu. Me he colgado de su ánimo
intrépido y he seguido paseando por las nubes. En un parque cercano he encontrado a perros y gatos haciendo
malabares con sus dueños y demostrándonos una vez más que la fidelidad es
posible aunque no se dé en toda la raza humana. Mientras contemplaba sentada en
un banco esas escenas deliciosas he visto pasar a padres con carritos
apresurados templando el llanto de sus hijos despiertos a unas horas que no son
de niños pero el trabajo escaso no entiende de horas.
De vuelta me he
cruzado con un par de barrenderos, les he dicho buenos días y me han mirado
como si mi voz fuera la de un extraterrestre y cuando mis pasos se han alejado
de ellos he sentido a mis espaldas que me colgaban palabras masticadas de
agradecimiento.
Aún me ha dado
tiempo de ver por la ventana de la vida a unos ancianos caminando desorientados
huyendo de soledades en busca de la panadería que alimente un te quiero y un
grupo de jóvenes camino de la escuela tragándose la vida a borbotones.
He subido la cuesta
de mi jardín interior, ese hola personal que se llama Facebook. En mi muro
cuelgan amigos, primos y conocidos sin rostro, todos ellos a su manera aman la
vida, tienen inquietudes y las manifiestan pero en todos ellos emerge algo en
común; buena voluntad.
Voy a comenzar el
día, el aroma de las horas es un buen café para empezar la cosecha de palabras
convertidas a hechos… He sentido como la primavera se escribe en las azoteas de
nuestras vidas.
2 comentarios:
Muchas gracias por este relato, que bien expresas y cuantos sentimientos en tus palabras.
U abrazo
Maite
Que siga la fiesta en tu corazón.
Besos.
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