lunes, febrero 29, 2016

DIARIO DE UNA NOVATA XVII

Diario de una novata XVII
26 de febrero, 2016
El miedo es un enemigo sin rostro, solo muestra hechos y estos te paralizan. Jamás tuve miedo hasta que en el 2011 sufrí el estrés agudo que me retiró de mi carrera profesional. Ya superado aquel percance todo aquello queda lejos, sin embargo las secuelas de vez en cuando me visitan y es como si descendiera a los infiernos y saliera de allí escaldada, ¡qué feo es Lucifer, leñe! Ha habido un par de días que el miedo me ha agarrotado por las noches. Al principio lo identifiqué con los nervios de la presentación de Sevilla…Gymnopédies. Me despertaba en medio de la noche sudorosa y rodeada de pesadillas y no me quería dormir para no volver a sentir esa opresión que me impedía respirar. Claro que no me bajaba de la cama por miedo que algo desconocido me tirara de los pies y me comiera viva. Almudena Grandes dice que Dios aprieta y ahoga. A mí me aprieta, sí, pero salgo tarifando  diciendo “Marica el último”
En ese estado llegué a Cádiz, temblona y fugaz hasta que me perdí por ese horizonte gaditano que navegaba entre un cielo cimbreado de grises y un mar de azules con puntillas blancas. El levante acarició mi piel ajada de miedos, y la mar me llamó estúpida por dejarme vencer por miedos sin fundamento. Luego me escupió un par de olas para desgajar mis telarañas. Cerré los ojos y volví a escuchar el llanto de las gaviotas y al abrir de nuevo los ojos, las encontré planeando a mí alrededor con la libertad que tanto amo. El mar se tragó el miedo y volví a sentir la vida, a escuchar sus susurros. Y he vuelto a disfrutar de estas pequeñas cosas que van llegando sin más como esas llamadas inesperadas, mensajes entrañables, perder la vista en la mar, o gozar de conversaciones ajenas como la de esta mañana en Arcos de la Frontera. En la terraza del parador había  una propia  desarrollando una tesis sobre los polígonos industriales. Siempre he pensado que estos lugares son inhóspitos. Pues la propia en cuestión enfatizaba en su belleza y en su diversidad. No contenta con eso, desarrolló  su segunda tesis, ésta rallando  el doctorado, sobre las cabinas de los camioneros y la mezcla sugestiva en la decoración,  es decir el maridaje entre la mujer pechugona  del calendario de turno con la foto de su mujer, los niños y la abuela, fusionándose  con el rosario y San Cristóbal..., muy fuerte. Yo la miraba embobada hallando un consuelo enorme en sus tesis. Sí, somos muchos los chiflados que andamos sueltos por la faz de la tierra sin hacer daño y encima entreteniendo al prójimo. Mientras hacía estas extravagantes reflexiones, volví a creer en Sevilla…Gymnopédies, a salvaguardar su esencia como buena novela de compañía a todo aquel que la lea. A creer que todo es posible si uno lo trabaja y se busca buenos compañeros de viaje para que le empujen cuando el ánimo desfallece, y hasta ahora no les he podido tener mejores. Conocidos y desconocidos, todos remando en la misma barca para que  Sevilla…Gymnopédies brille con luz propia.
¡Qué fantástico es creer en lo que haces! Y yo he hecho una buena novela sencilla para mí y dársela después a los demás. Claro, esto lo digo porque aún no han llovido las críticas. Cuando lleguen mi iré al lado oscuro a lamerme las heridas.


1 comentario:

TORO SALVAJE dijo...

De aquí treinta o cuarenta años ya no tendremos ningún miedo.

Qué suerte eh!!!