Diario de una novata
XVII
26 de febrero, 2016
El miedo es un
enemigo sin rostro, solo muestra hechos y estos te paralizan. Jamás tuve miedo
hasta que en el 2011 sufrí el estrés agudo que me retiró de mi carrera profesional.
Ya superado aquel percance todo aquello queda lejos, sin embargo las secuelas
de vez en cuando me visitan y es como si descendiera a los infiernos y saliera
de allí escaldada, ¡qué feo es Lucifer, leñe! Ha habido un par de días que el
miedo me ha agarrotado por las noches. Al principio lo identifiqué con los
nervios de la presentación de Sevilla…Gymnopédies. Me despertaba en medio de la
noche sudorosa y rodeada de pesadillas y no me quería dormir para no volver a
sentir esa opresión que me impedía respirar. Claro que no me bajaba de la cama
por miedo que algo desconocido me tirara de los pies y me comiera viva.
Almudena Grandes dice que Dios aprieta y ahoga. A mí me aprieta, sí, pero salgo
tarifando diciendo “Marica el último”
En ese estado llegué
a Cádiz, temblona y fugaz hasta que me perdí por ese horizonte gaditano que
navegaba entre un cielo cimbreado de grises y un mar de azules con puntillas
blancas. El levante acarició mi piel ajada de miedos, y la mar me llamó
estúpida por dejarme vencer por miedos sin fundamento. Luego me escupió un par
de olas para desgajar mis telarañas. Cerré los ojos y volví a escuchar el
llanto de las gaviotas y al abrir de nuevo los ojos, las encontré planeando a mí
alrededor con la libertad que tanto amo. El mar se tragó el miedo y volví a
sentir la vida, a escuchar sus susurros. Y he vuelto a disfrutar de estas pequeñas
cosas que van llegando sin más como esas llamadas inesperadas, mensajes
entrañables, perder la vista en la mar, o gozar de conversaciones ajenas como
la de esta mañana en Arcos de la Frontera. En la terraza del parador había
una propia desarrollando una tesis sobre los polígonos
industriales. Siempre he pensado que estos lugares son inhóspitos. Pues la
propia en cuestión enfatizaba en su belleza y en su diversidad. No contenta con
eso, desarrolló su segunda tesis, ésta rallando el doctorado, sobre
las cabinas de los camioneros y la mezcla sugestiva en la decoración, es
decir el maridaje entre la mujer pechugona del calendario de turno con la
foto de su mujer, los niños y la abuela, fusionándose con el rosario y
San Cristóbal..., muy fuerte. Yo la miraba embobada hallando un consuelo enorme
en sus tesis. Sí, somos muchos los chiflados que andamos sueltos por la faz de
la tierra sin hacer daño y encima entreteniendo al prójimo. Mientras hacía
estas extravagantes reflexiones, volví a creer en Sevilla…Gymnopédies, a salvaguardar
su esencia como buena novela de compañía a todo aquel que la lea. A creer que
todo es posible si uno lo trabaja y se busca buenos compañeros de viaje para
que le empujen cuando el ánimo desfallece, y hasta ahora no les he podido tener
mejores. Conocidos y desconocidos, todos remando en la misma barca para
que Sevilla…Gymnopédies brille con luz
propia.
¡Qué fantástico es
creer en lo que haces! Y yo he hecho una buena novela sencilla para mí y
dársela después a los demás. Claro, esto lo digo porque aún no han llovido las
críticas. Cuando lleguen mi iré al lado oscuro a lamerme las heridas.
1 comentario:
De aquí treinta o cuarenta años ya no tendremos ningún miedo.
Qué suerte eh!!!
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