martes, diciembre 08, 2015

VENDEDORES AMBULANTES

¡Qué difícil es vender! Nunca  lo había sentido de esta manera y eso que he sido comercial toda la vida. Desempeñaba mi trabajo con ilusión, convencida de mi mercancía por lo que vender no solo me era grato sino que lo consideraba sencillo y natural…, hasta anoche.
Ayer me vi como una consumidora, expectante a ver que me ofrecía cada vendedor ambulante. Parados delante de mí. Eran cuatro, cuatro muy distintos entre sí ofreciéndome la misma mercancía con distinto envoltorio. La verdad que estaban situados de una manera bastante incómoda, más para ellos que para mí que estaba sentada muy cómodamente con la cabeza preparada para descuartizarles. Uno a uno les abriría en canal porque interiormente estoy enfadada con ese tipo de comerciales que me venden, yo compro y luego siento que me han engañado y me tengo que comer con patatas lo que he comprado; no existe devolución.
Sin embargo, me vino a la memoria cuando yo era también vendedora ambulante: los nervios, mi voz entrecortada, una inseguridad que gateaba por mis interiores…, e inconscientemente les di una oportunidad.
Uno iba con una pose de ganador. Esa imagen prepotente que tanto aborrezco y que me huele que tras esa pose lo único que hay es miedo a perder.
Otro, según le miré me gustó. Su mirada era franca y su gesto humilde. Su voz me desmenuzó, no con el brío que yo hubiera deseado, las bondades de su mercancía, pero su frescura habitual no apareció.
Otro comercial, mi favorito, lo noté al principio encorsetado, con la lección bien aprendida pero que te la suelta como un papagayo. Más tarde según se relajó, fue cogiendo su seguridad de siempre, la rotundidad que le acompaña a la experiencia. Estuvo bien, pero esperaba más.
Y por último, un vendedor al que ya he visto otras veces y nunca me ha gustado por lo que nunca le he comprado nada. Su agresividad, su rencor corriendo por sus venas, me chirriaba. Y hablo en pasado porque de haber comprado anoche la mercancía (que no me la vendió ninguno), pues se la hubiera comprado a este último comercial. Estuvo tranquilo, jugando con un bolígrafo entre sus manos a modo de comodín que se tragara sus posibles miedos. Vendió con mesura, con reposo, escuchando a sus competidores. Explicó el porqué era bueno lo que él vendía y, aunque convencido de que ni yo ni otros muchos le compraríamos a él nunca su artículo, lo hizo muy bien, nunca faltándole un poso de humildad y autenticidad; para mí este vendedor no engañaba. Claro que hubo otro de los comerciales que le dijo que del dicho al hecho hay un trecho, y qué gran verdad es. Las palabras son fáciles de decir, y llevarlas al terreno de los hechos muy difícil.
Me fui a la cama pensando que vender es mucho más que una simple y llana palabrería. El consumidor, es decir yo, tú, aquel, nosotros, vosotros y ellos, nos pueden las sensaciones y las percepciones que un comercial nos transmita en un tiempo X que normalmente está cronometrado y suele ser breve. Para fiarse de un vendedor en los tiempos que corren, con sus avales, con sus mochilas, con sus CV, deben transmitir honestidad y seguridad, y mal me pese tener que reconocerlo, anoche sólo me lo vendió uno. A ese que nunca votaré… Por coherencia conmigo misma.

1 comentario:

TORO SALVAJE dijo...

No vi el debate.
Para mí no tienen ningún sentido verlo ya que todos incumplen sus promesas electorales.
Cómo voy a fiarme de mentirosos?

Besos.