miércoles, noviembre 18, 2015

INCREDULIDAD

Es difícil explicar lo que se siente en determinados momentos. Las palabras vuelan, son fáciles de decir, pero un buen día se las lleva el viento para bien de muchos perjudicados. Porque esas palabras se convierten en hechos, pueden ser dardos envenenados, palabras enmascaradas detrás de un tuit sin rostro ni identidad. Los comentarios, las críticas, las opiniones, se suceden desde el terrorífico viernes trece, sin embargo yo, tan dada a hablar muchas veces como un loro parlante, me he quedado muda. Leo con avidez, escucho con pasión, pero no opino, no puedo, a lo sumo balbuceo palabras inconexas pero cosidas con sangre: horror, miedo, inexplicable, incredulidad…, pero incapaz de dar una opinión medianamente coherente. Por más que me pregunten, lo único que soy capaz es de menear la cabeza de izquierda a derecha, no más.
El silencio y la tristeza, se han hecho dueños de mí. Cierro los ojos y recuerdo esa juventud que vuelve a sentarse en las terrazas, a caminar por las calles…, esa imagen me reconforta, me gusta y me alienta. Así como ese cántico desintonizado de armonía en un estadio de futbol entonando la Marsellesa que me hace sentir unidad y orgullo.

Tan importante es el fondo como la forma, tal vez por eso, soy incapaz de más.
No es cuestión de miedo, inseguridad, sino la incredulidad para asimilar la barbarie, la sinrazón de un enemigo invisible.

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