jueves, diciembre 25, 2014

OTRO CUENTO DE NAVIDAD

Estos días son más sensibles a nuestro estado de ánimo, nos guste o no. Cierta nostalgia nos invade, sobre todo a aquellos que han ido perdiendo por el camino seres queridos o situaciones que entonces eran beneficiosas y ahora han volado; llámese, por ejemplo trabajo, casa… Incluso somos proclives a recordar otros tiempos y una sonrisa nos ilumina el rostro; es la otra cara de la moneda. También es cierto que es cuando afloran viejas rencillas familiares o de amistades…
Erase Una vez una mujer que tenía todo en la vida o lo que supuestamente entendemos por un todo: salud, amor, dinero, cariño de los suyos…, vamos, la esencia para que un ser humano sea feliz y pueda y deba ser feliz, además de ser agradecido a la vida por haber sido tan generosa con ella. Sin embargo, un año en la víspera de Nochebuena se creyó en el deber de hacer una buena acción con su prójimo y ser dadivosa en sus palabras adornándolas de sinceridad, y por su boca salieron sapos, culebras, rencores y no sé cuántas cosas más. Quien recibió tan generoso regalo al principio no creía lo que estaba oyendo, incluso el corazón comenzó a galopar a tal celeridad que hubieron de administrarle una pastilla para que sus nervios volvieran a la tranquilidad de su ánimo vapuleado. Esta persona que recibió tan generosa entrega de regalos encadenados en forma de palabras no era ni buena ni mala; una persona más de las que te encuentras por la vida con defectos y virtudes, pero que no se distingue por nada en especial. Cuando recobró la compostura le dio ganas de responder con la misma moneda y, cuando lo iba a hacer, el reloj comenzó a tintinear las doce campanadas; ya era Nochebuena. Giró su cabeza a la ventana y vio como la noche cruda se adueñaba de la oscuridad, aunque aún podía disipar pequeñas lucecitas colgadas de aquella niebla tan espesa. Ante ese espectáculo visual notó como su rostro se iba también encendiendo hasta llegar a su corazón, de tal manera que se fue olvidando de las palabras amargas que le habían dedicado.
De nuevo se giró y mirando a la mujer, cuyo veneno había destilado gratuitamente, trató de perdonarla; tal vez en otra ocasión no lo hubiera hecho porque se puede ser sincero sin hacer daño, pero pensó que la navidad no se merecía eso; aportar un granito cada uno lograrían que reinara la concordia, la comprensión y el respeto.

¡Felices pascuas, amigos!

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