El otro día paseaba con mi perro contemplando las primeras
luces de navidad cuando, de pronto, lo vi; fue un enamoramiento a primera vista…
Era un jersey precioso, acorde con mi personalidad: sencillo, discreto, pero
con un algo especial… Desde el escaparate me guiñaba el ojo.
Después de dar varias vueltas y debatirme entre mi apetencia
y la necesidad del jersey número veinte en mi armario, entré por fin a
comprármelo… No me lo compré.
No, no penséis que no había mi talla o que puesto no me
favorecía, incluso no penséis que era caro; era perfecto en todo, pero no me lo
compré. ¿Por qué? Mi maldita y bienaventurada conciencia llegó en el momento
justo en el que me encaminaba a la caja.
No quiero caer en obviedades, en frases manidas, pero mi
conciencia al igual que Pulgarcito va sembrando para no perder mi senda, y lo
que para mí es una cantidad ridícula, para otro puede ser la manutención de un
par de días, cubrir sencilla y llanamente sus necesidades más básicas. Muchos y
afortunados ricos cierran los ojos para no ver y si los abren, sea para dar a
cambio de una desgravación fiscal. Hay otros especímenes que se suben al carro
para dar sin ánimo de lucro, sólo apoyar al desfavorecido en estos tiempos tan
caninos.
Luego, claro, hay otro grupo, al que pertenezco yo, que
somos los perfectos consumistas pero que, sin embargo, sus conciencias llaman
varias veces al día hasta que por fin abres las escotillas, la escuchas, te
convencen y ejecutas su sugerencia.
… Volví a casa tan contenta, eso sí, preguntándome a quién
daba esa irrisoria cantidad; mentalmente fui descartando opciones hasta que me
quedé con Cáritas. Ingresé el dinero y esa noche ¡Qué bien dormí!
…A la mañana siguiente fui a comprarme el jersey. Sí, sé que
os he desilusionado y mi máxima de menos es más, la desterré.
Cuando volvía a casa con mi estupenda compra, un rayo
despistado me encendió la bombilla del pensamiento: no sólo hay que paliar las
necesidades básicas del individuo, también hay que salvaguardar su dignidad… Y
mi pensamiento agónico por la maldita debilidad fue sustituido por preguntas
tan simples como ¿A quién puedo ayudar hoy? Pensamientos, muchos, sin estrenar.
Palabras de aliento, sonrisas abiertas, calor en mis abrazos… Todo, todo
gratis, porque sí.
Me fui a “pegar la hebra” con la panadera, lleva una
temporada llena de problemas y sin solución aparente.
2 comentarios:
Yo, como casi todos los hombres, compro la ropa cuando voy preparado para ello. Si miro sus escaparates, es porque voy pasando o haciendo tiempo, pero cuando algo me guiña el ojo, seguramente vuelva a los días y, después de observarla por algún minuto, entre a pedir y probar mi talla.
Lo mismo... mas no igual.
Mángeles, sabes? hay algo más importante que saber a quién dar, lo digo porque después puedes preguntarte del porqué he dado a ese y no al otro... Lo importante, lo verdaderamente importante en esta vida, en mi opinión, es desprenderse, <> y no seguirle la pista al dinero.
Sí, se duerme muy, pero muy requetebien.
Ah, y los comerciantes y sus empleados, tb tienen que vivir.
Besicos muchos.
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