jueves, abril 26, 2012

EL CABALLERO


El sabor de la repugnancia es como masticar un alimento para el alma podrido; te deja asqueado al primer golpe. Pero no termina ahí, con ese golpe seco a hedor, a putrefacción, porque la persona que guarda en su interior una valija de riqueza moral, es difícil que se le destruya por esos golpes mundanos tan sociales y etéreos, tan superficiales como esas cortinas de humo que lanzamos los fumadores: tal vez tarden en desaparecer y su aroma se pegue a las paredes desnudas, pero son eso, humo.
Hoy os traigo el retrato de un hombre, el nombre es lo de menos ya que estoy convencida que, para suerte nuestra, hay muchos como él aunque la honestidad de estos hombres, su amor a las cosas bien hechas, no tengan cabida en nuestra sociedad porque la carroña oscurece las buenas obras, las sonrisas francas, las manos tendidas… Sin embargo yo me obstino en hablar de él. Es un hombre brillante con unos principios morales muy sólidos, mente lúcida y bien amueblada. Amigo de sus amigos, luchador por dar a sus hijos lo mejor, ese mejor que no se ciñe al dinero porque para él esa palabra tiene su justa medida, no más. Honrado, responsable, y muy enamorado de su mujer aunque los años sean muchos y desgasten las ilusiones. Nunca  le he visto pedir, se conforma con lo mínimo para él sin embargo, para los demás, da mucho .De sí mismo habla poco o nada; sus sentimientos, decepciones, van hacia dentro donde no puedan molestar.  No es perfecto, ni mucho menos, es más, tiene sus debilidades, cabezonerías, imperfecciones…  ¿Quién no las tiene?
Hoy le vi pasar, su mirada era triste, mucho, nunca la tuvo jocosa, pero hoy era especialmente triste; los años parecían volcados bajo sus ojos como dos ríos a la deriva. Cuando te encuentras a alguien así dudas qué decir, más, si le aprecias, te quedas ronco aunque desees que le ilumine esa luz que desfila de una nube tal vital y hermosa que hace que sientas que merece  la pena “Tirar palante”
No os exagero si os digo que es un caballero, tal vez de los últimos que quedan. Un caballero de los pies a la cabeza, con sus defectos, sus fobias y filias, pero un caballero. El sabor de la repugnancia es como masticar un alimento para el alma podrido; te deja asqueado al primer golpe. Pero no termina ahí, con ese golpe seco a hedor, a putrefacción, porque la persona que guarda en su interior una valija de riqueza moral, es difícil que se le destruya por esos golpes y, menos, que le roben la dignidad, el orgullo de seguir tras sus principios.

1 comentario:

TORO SALVAJE dijo...

Mi admiración para esa persona.
La merece.

Besos.