martes, septiembre 14, 2010

LAS HORAS DEL DÍA

El amanecer en una pequeña ciudad es generoso en emociones y muy distinto a la gran urbe.
Su despertar es pausado, sólo un mero murmullo de voces aún dormidas y el rodar lento de coches en busca de un destino, te hacen ver que el día comienza.
Hay un punto de inflexión en el ambiente en el cual se cruzan la luz amarillenta de las farolas que te miran expectantes y esa luminotecnia que se va colando en el alba. Las persianas de los hogares permanecen bajadas, no atisbas bombillas calentando un café en las ventanas, ni siquiera el ladrido de un perro buscando una esquina.
Del hospital salen las enfermeras con cara de cansancio caminando tan deprisa que apenas sientes tus pasos.
Hacia la estación van los peregrinos en viaje a la capital; arrastran sus portátiles con la desgana de quien lucha cada día por buscarse un plato caliente.
En la cantina, apoyados a duras penas en la barra, los últimos borrachos, esos que a diario ahogan sus penas con alcohol.
Y por último, las muchachitas de servir que han dejado sus pueblos mucho antes de que cantara el gallo para coger el autobús de línea que las transporte a ese mundo de una pequeña ciudad de provincias donde el día despierta tan lento como el transcurrir de cualquier hora; allí la vida es pausada, serena, donde se puede saborear la percepción de los sentidos mientras el amanecer te da buenos días.

7 comentarios:

ALBINO dijo...

Por eso que tu explicas, yo que siempre vivi, durante mi período laboral, en distintas capitales de paises diversos de Europa y América, elegí, con mi mujer, un pueblecido con monte y playa, supermercado y farmacia, ambulatorio y cafetería, para refugiarme los años que me queden Oleiros). Y si quiero ir al teatro, conciertos u ópera, tengo la ciudad, (A Coruña) que tampoco es muy grande pero si muy activa, a 8 kilometros.
De todas maneras, incluso me cuesta trabajo llegar hasta ella y prefiero cubrir los 8 kilometros en dirección contraria para ir a una pequeña ciudad historica (Betanzos) y tranquila a tomarme un café,
Por cierto, donde desterraste a Lola y Mari Pili. ¿Siguen debatiendo sobre el bikini y el burka?

TORO SALVAJE dijo...

En una ciudad grande el amanecer es otra etapa más.
No hay tiempo ni pausa para poder disfrutarlo.

Besos.

aapayés dijo...

Son muy especiales en esas ciudades tan pequeñas, ante lo inmenso de una ciudad.. prefiero la tranquilidad de los pueblos..

Un abrazo
Con mis
Saludos fraternos de siempre.

Unknown dijo...

El despertar en mi pequeña ciudad se parece al que tú describes tan bien.Aún hay en sus calles menos movimiento , sin trenes ni grandes hospitales, la gente recorre caminando el trecho que la separa de su trabajo, y la mayor algarabía es la de los niños y jóvenes que , somnolientos, se dirigen a la escuela.¡Bellos son los amaneceres en esta primavera que ya se anuncia!

Eria.. dijo...

Cuando amanece en mi pequeña ciudad estoy trabajando y ni cuenta me doy. Los fines de semana es otra cosa porque me despierto cuando empieza a salir el sol.

capriyunliuz.blogspot.com dijo...

definitivamente concuerdo con el que dijo que prefiere las pequenas ciudades, yo vivo en una y es muy parecida a la que descrives, las personas aun se saludan cuando cada quien se dirije a su trabajo, y se prestan asilo cuando ven que la lluvia los arropa....amo mi pequena ciudad por la tranquilidad que me ofrece....bsss .tc

Maria Coca dijo...

Has descrito una postal matutina de cualquier pueblo. Es así. Qué curioso que el mismo amanecer sea tan distinto según donde ocurra verdad?

Un abrazo.