domingo, marzo 09, 2008

¿EN TU CAMA O EN LA MÍA?


Me sentí mujer del Neardental.
… Hay una silla en casa que un buen día la apodé “la silla de las lamentaciones”; sirve para todo y está en un sitio estratégico, a mano de todo. Allí fui a parar con mis huesos después de haber oído aquella proposición. Fumé, bebí, mientras trataba de recolocar mis ideas, digerir la situación. Mi reacción, por un lado, era normal ya que nunca se me hizo tal proposición, mi generación, yo en concreto, éramos unos pavos dormidos, más, cuando tenía amigas que me decían “liga lo que quieras, pero de cama, nada”. Con lo cual, la palabra cama fue tabú. No sé, nunca se me ocurrió preguntarlas si el derecho a roce era sano o también era pecado y “una señorita” eso tampoco debía permitirlo, ¡qué lastima!
Después de un par de cubatas, ingeridos con rapidez, tuve una breve lucidez. Me pregunté “vamos a ver, muñeca, ¿no te decías que te habías confundido de empresa y que donde debías haber hecho carrera era en la industria del preservativo?”… Este recuerdo me hizo tiritar porque una vez más me di cuenta que por la boca muere el pez. Me explico porque ya me estoy imaginando vuestras caras de no entender nada: desde la primera vez que mandé a uno de mis hijos a USA, mi obsesión fue comprar preservativos y muchos. No sé si pensaba que mi niño iba a aprender inglés o a revolcarse con toda chica americana que pasara por delante de sus narices. El caso es que viaje tras viaje, yo compraba y compraba y me hice una experta en la materia (la prole iba creciendo y yendo todos a USA cada verano), con gran enfado de mis hijos por meterme en su intimidad. ¡Encima!, que me preocupaba y a la vuelta de sus viajes, jamás pregunté, tuve que aguantar sus voces altaneras.
Entonces, si era mujer y madre de su tiempo, ¿Por qué mi ánimo se había quedado demudado ante esa pregunta? Y yo qué sé, a veces me doy por imposible y, en esta ocasión, después de un tercer cubata (los muebles los veía moverse a mi alrededor), me fui como alma que lleva el diablo a cambiar las sábanas de la cama; las cambié seis veces, ninguna me parecía la apropiada. Una vez satisfecho el tema de las sábanas, me pregunté que día sería, a qué hora… qué iba a hacer.
Salí despavorida a la calle sola, no encontré a tiro a ninguna amiga que me acompañara en semejantes circunstancias. No andaba, daba zancadas, hasta que oigo una voz que me dice:
-Mamá, ¿dónde vas?
Me volví como si estuviera viendo a un fantasma; era el cuerpo del delito. Apenas pude tartamudear una pregunta.
-Hijo, ¿cuándo la vas a llevar a casa?
Me sentí ridícula, una pobrecilla y, una vez más, me calló el chapapote de mi hijo por meterme en su vida. Lo último que recuerdo es mi voz clamando como ETE “es mi casa”
PD. ¿A que los hijos son unos monstruos, a veces, con sus padres?

12 comentarios:

ana dijo...

Cuando los niños crecen
se nos plantean cosas que nos hacen cerrar los ojos, mejor fingir que no vemos nada a veces, eso decía mi madre y supongo que a mi me tocará pasar por lo mismo, hacerme un poco la tonta, pero no demasiado.
No he acabado de tener muy claro quien hacía la pregunta de la cama, tu hijo o tu?
un beso niña y buen domingo.
ana.

Carlota dijo...

:) y parece que fue ayer cuando éramos nosotras las adolescentes... un besazo... con la mayor me queda poco.

Anónimo dijo...

Así será siempre, las madres seguirán teniendo la misma problematica cuestión

Anónimo dijo...

me gusta tu blog. Me hace reflexionar y pensar. Un beso.

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

... Era el hijo, jajajajaja.
Un beso grande, gracias por venir

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

Sí Carlota, la vida pasa ttan rápida que asusta...
Gracias por leerme

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

Ay Pilar cuánto me acuerdo de mi madre...
Ángeles

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

Ay Fer qué cosas me dices, gracias, de verdad muchas gracias.
No sé, me has animado, toma dos besoso, anda...

RIPP dijo...

Los hijos son mostruos, en efecto, pero dejan de serlo. Todos fuimos hijos y dejamos de serlo. Lo que percibo aquí es una gran vocación por estar con los demás.

Anónimo dijo...

Ripp me resulta aburrido no compartir, si no compartes, ¿para qué tratar de crecer?
¿con quién lloras?
¿con quién ríes?
Es verdad que nacemos y morimos solos, pero hay que procurar que el tiempo que está entre esos dos polos, estar con gente.
Un besote y gracias por tus comentarios
Ángeles

Maria Coca dijo...

Imagino que nadie sabe cómo enfrentarse a determinados problemas... Nadie es experto en nada. Paciencia!!!

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

Buena noches Maria... sí hay profesiones como la de ser padres que nadie te enseña, vas aprendiendo sobre la marcha si es que aprendes.
Un besote y gracias por venir