viernes, diciembre 14, 2007

UNA HISTORIA DE MUJERES...

Cuando me pongo a recordar, de vez en cuando me viene su imagen y trato de dibujar con precisión su alma de mujer, pero apenas tuve oportunidad de conocerla, sólo mis ojos de niña iluminan la memoria y ya no hay nadie que me hable de ella; aquellos que la conocieron se han convertido en ceniza y he de sujetarme al bastión de mis sensaciones y a una pequeña foto en la que se vislumbran trazos de un físico que el blanco y negro van devorando. Es lo único que me queda de aquel ayer, de ella…
Era una mujer que emanaba feminidad. Palabra que ha cambiado con los tiempos su tipología. Solía llevar sombrero calado hasta las cejas, con lo cual apenas se vislumbraba su rostro; ganaba misterio y hacía soñar con su boca carnosa y el aleteo de su diminuta nariz.
Su mirada solía estar lejana, perdida en su mundo interior pero, si alguna vez se posaba en ti, el ámbar con destellos verdes eran dulces aunque tristes; seguro que se sentían incomprendidos, de ahí que casi siempre no los viera.
Era una mujer que al cruzar sus piernas, cortaba la respiración. El cristal de sus medias se ajustaba de tal manera que realzaba cada centímetro. Recuerdo que me sentaba frente a ella impactada por su aroma a mujer; ahora lo sé.
Pero hay una imagen que ni el tiempo borrará jamás… Es aquella en la que me escondía en el quicio de la puerta del baño a observarla mientras su cuerpo reposaba en el agua. Echaba la cabeza hacia atrás y su cabello tizón caía abatido sobre un mar de olas. Cerraba los ojos y fumaba. Su boca despedía nubes perdidas hacia un cielo que no existía para ella. Bocanadas de humo llenas de pena; ahora lo sé.
Vi su cuerpo antes de que sus cenizas se confundieran con la tierra. Un hilo de sangre se escapó por su diminuta nariz; fue cuando me fijé que mi nariz y mi boca eran exactas a las de ella.
Era una mujer desengañada, luchando, luchando por salir adelante; ahora sé que fue valiente.

Me gustan esas mujeres que emanan esa feminidad de antaño… Quizá porque me recuerden tanto a ella…, a mi madre biológica, a la mujer que la vida le negó casi todo.

4 comentarios:

Carlota dijo...

Estupendo retrato! creo que debe sentirse, donde esté, muy orgullosa de tí (si es real la historia)...al final nos queda el recuerdo de lo esencial. Un abrazo, querida.

Rosa dijo...

Ha sido como retomar de nuevo aquel cielo de cenizas y malvas y la atención casi reverente mientras, como si para ti hablaras, tus ojos parecían asomarse de nuevo al quicio de la puerta.
Me gusta la escritora que hay en ti, esa que todo lo absorbe.
Precioso escrito.
Un abrazo

Lola Bertrand dijo...

MUcha ternura y sensiblidad enciarra esta prosa..
Me ha gustado de una menera especial
Abrazo de mar,
lola

Lia dijo...

Lindo relato, me ha conmovido, lo has escrito con mucho amor. Pienso igual que Carlota, lo orgullosa que debe sentirse de tí.
Un abrazo.