La ternura se escapa, se fuga por cualquier costura
del alma. Te sorprende en un momento inesperado, cuando tú tenías, por ejemplo,
previsto hacer algo tan corriente o vulgar como coser un botón…
Se acercó con sigilo, inusual en él que siempre
despertaba vociferando un “Buenos días” para que todos en casa supieran que uno
más había abierto los ojos al mundo.
Se paró detrás de ella sin hacer ruido, observando
como hacía una besamel. Al rato, con un placer desmedido metió la cabeza en el
cuello de Carmen para percibir el aroma de su piel y emborrachar así sus
sentidos habidos de sexo. Después, depositó un diminuto beso. Ella se
estremeció, pero no dejó de dar vueltas a la cazuela con la cuchara de madera.
- ¿Te levantas con ganas de guerra? -preguntó Carmen
sonriendo, pero sin dejar de observar el pluf-pluf de la cazuela.
-Sí, no…-contestó él lacónicamente.
-Defínete, no empieces con evasivas-acotó ella.
-Tengo hoy una comida con mis compañeros de carrera
y se me ha caído un botón del abrigo-contestó él con poco convencimiento.
- ¡Ah, un botón! Mientras te duchas te lo coso- dijo
Carmen decepcionada por la propuesta.
Paco volvió a besar el cuello de Carmen con placer y
se fue. “Sí que me hubiera encamado con Carmen ahora mismo. En fin, eres más
corto que las mangas de un chaleco” Se dijo mientras el agua resbalaba las
fauces de la noche. Algo parecido pensó Carmen mientras retiraba la cazuela del
fuego “A Paco nunca se le ocurre, no sé por qué no tomas la iniciativa, ¡Ay
cuánto pesa la educación que recibiste, Carmelilla”
Cogió con desidia la caja de hilos y el abrigo y se
sentó al lado de la ventana a coser. Un par de rayos golosos iluminaron la
mirada de Carmen sujeta a un botón cosido con fruición. Los rayos se fueron y
ella quedó asida a la luz del día que comenzaba pintear agua gris como
cristalina. Se veía vacía como mujer, hueca como hembra mientras se animaba
diciéndose “El tiempo todo lo emborrona, no solo a ti” y en un gesto inesperado
se llevó el abrigo a la nariz. Olía a Paco, humeaba despistes de su dueño y,
también, sin saber cómo ni por qué se puso a besar aquella tela ajada de tantos
inviernos, de tantos olvidos en cualquier bar y sintió ternura, un amor
inusitado, tonto, fresco, pero a Carmen la sirvió, bueno, Carmen era muy
apañada y enseguida encontraba escudos para su conformismo vital.
- ¿Qué haces besando el abrigo?
-Anda, toma y calla. Ya está cosido.
-Vale, gracias… Oye, aún tengo tiempo, ¿una duchita
rápida juntos?
Y Carmen se duchó junto a su Paco y un orgasmo vino
y otro también y cuando el agua secó sus cuerpos, a Carmen la quedó aquella
ternura de coser un botón…, nada más
4 comentarios:
Supongo que uno nunca se harta de que le digan lo bien que escribe, aunque lleva una temporada escuchándolo continuamente, incluso al otro lado del charco.
Qué bonito escribes, ESCRITORA.
Cualquier acto de amor, por muy simple que sea,es recogido por el universo y tiene sus consecuencias...La ternura con que has "cosido" este escrito se nos pega a la piel del alma, amiga.
Mi abrazo y mi cariño.
Que preciosidad de relato. Que bien hilada esa historia del botón con la pasión y el amor que los actos sencillos encierran.
Me ha encantado.
Besos, guapa.
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