sábado, agosto 05, 2017

VOLVER

Miraba y miraba la maleta con la desgana de quien no desea volver, con la añoranza prendida en el ánimo.

Abrí la ventana para que entrara el fresquillo de la noche y se me hiciera más liviano el entrar en mi otra dimensión. Una lágrima furtiva se estrelló encima del equipaje y la recogí con la yema de un dedo llevándola a mis labios; sabía a sal.

Ya, por fin, la cremallera corrió su corto trayecto hasta desempolvar sus misterios. El primero que emergió fue el aroma a mar, se había colado a borbotones hasta llenar todo el espacio. Saqué de golpe el montón de ropa y la apreté contra la nariz; se me inundó de algas y salitre mi espíritu y así fui llenando el armario y cajones de ese mar que rebosa el recuerdo.

En el fondo de la maleta dormía mi cuadernillo de letras ruborizadas, salpimentadas de arena, olas y sensaciones. Pasé mis dedos por aquellas hojas expectantes y cuando volví las manos estaban pintadas de polvo marino. Estreché contra mí el caudal de palabras por ordenar y cerré los ojos. Entonces sentí el rumor de viento, del oleaje y la gaviota. Vi mi cuerpo saltado las olas hasta convertirme en espuma blanca en un día de sol y, por fin, percibí y visualicé el azul, ese azul de mil tonalidades que me envolvía hasta emborrachar mis ojos y estos transformarse en dos luceros de cobalto, índigo, celeste, zarco…

Justo en ese instante un grillo me dedicó una de sus baladas nocturnas provocándome una tímida sonrisa. Sin duda ya estaba en casa y el mar lo veía y sentía dentro de mí.

3 comentarios:

Marigem dijo...

Qué precioso. Soy de mar, absolutamente de mar, pero estar rodeada del canto de los grillos también me gusta mucho.
Besos y yo también siento el mar dentro de mí.

SALETA dijo...

Para mí, que, por circunstancias, no puedo separarme de mi casa apenas a un radio que alcanza los 200 m que me separan de Mercadona, por un lado, y de los contenedores de basura por el opuesto diámetro, eres como una campanada que hace vibrar una bolita algodonosa que produce la semilla del álamo negro, que, como yo, ha tenido la suerte de encontrarse cerca de tu campanario.

Muchas gracias, amiga.

Me alegro mucho de tu vuelta.

Macondo dijo...

Bienvenida a casa, Mª Ángeles.
Un abrazo.