lunes, enero 23, 2017

¡MAMÁ QUIERO SER ARTISTA!

Desde pequeña sentí que había nacido para ser artista. Lo de menos era la rama pues cualquiera me valía. La danza, piano, cante o actriz…, todas me atrapaban, me hacían sentirme sublime solo con pensarlas. Era ver un escenario, una tarima, y me subía aunque fuera a gatas. Allí arriba saludaba  a mis hipotéticos admiradores con gracia y desparpajo y a continuación sacaba a relucir mi virtuosismo. Todo en imaginación, claro, porque la danza que en aquel entonces era o clásica o cursi, no me admitían por mi torpeza. Lo del piano era la emoción oculta de mi madre, pero mis dedos se quedaban tiesos o agarrotados así que no avancé tampoco por ese camino. El musical, ni os cuento, y eso que tengo mis estudios de solfeo pero mi garganta siempre fue por libre o la debí tener profunda, así que tampoco. Sin embargo actriz, sí que hubiera dado la talla si no fuera porque soy capaz de inventarme lo que sea menester, pero no memorizar, descartado también.
Así estuve soñando las dotes artísticas hasta los trece años que conocí a mi alma gemela, Mari Pili. Hacíamos un tándem perfecto. Ella ideaba, yo ejecutaba. En esta etapa abandoné mi afán por los escenarios y me concentré junto a Mari Pili en los negocios. Belleza, seguros, timos, una variedad. A resultas todo fueron fiascos, los negocios no eran lo nuestro, pero aprendimos la mejor lección de vida: reírnos. Lástima que no se nos ocurriera enrolarnos en el circo, ahí hubiéramos hecho papeles estelares. En fin, nos quedamos con la risa.
A los dieciocho cambié de registro y traté de aprender ajedrez que tampoco aprendí pero ligué mogollón. A los chicos de mi época les gustaba una muchachita como yo con aires seudo intelectuales. Incluso Mari Pili y yo decidimos ir al cine de arte y ensayo ¡Qué rollo!, nuestras cabezas estaban creadas para otra cosa así que abandonamos.
Y ya me centré definitivamente en ser periodista cuando un día en clase de latín, don Leoncio, el cura, me dejó escribir mi primer artículo para el Norte de Castilla ¡Qué sensación de poderío!, la pluma iba por la izquierda, las palabras por la derecha…, bárbaro. Soñaba estar con Pérez Reverte en alguna guerra lejana y yo con micrófono en mano sacando la lengua a pasear, pero tampoco fui periodista. No había periodismo en Valladolid y mis padres llegaron a la conclusión que había muchas otras carreras en Valladolid para que su hija se ilustrara. Total, estudié Filosofía y Letras y me convertí en una chica del montón sin destacamento en nada especial.
¿Me siento frustrada? A veces un poquillo sobre todo cuando la memoria, sin llamarla, se me agolpa sin venir a cuento y me recuerda lo grande que pude llegar a ser y lo chiquitina que fui realmente.
Anoche oí hablar, no sé dónde, se me ha olvidado, de los hemisferios. No de los terrícolas sino los humanos. Nuestros sesos se dividen en dos cachos: la derecha y la izquierda. La derecha es la emocional y la izquierda la racional. Llegué a la conclusión de mis anomalías, es decir, un trozo no me funcionó en su momento y por eso no pude ser artista. Claro que pensándolo bien, me sigue sin funcionar un cacho. No sé cuál, pero uno fijo que me impide ser un ser total encima de un escenario o encima de la mesa de la cocina; una tarima también me vale. En fin, ser o no ser, esa es la cuestión.

¡Buena semana!

3 comentarios:

Macondo dijo...

A mí creo que no me funcionan ninguno de los dos cachos.

Ambar dijo...

Como te pongas a pensar en los cachos que te faltan vas a acabar deprimida. Yo, si alguna vez lo pienso, siempre es en positivo. Digo ! Que suerte! tengo algún cacho que funciona.
Besos

Lia Noronha dijo...

Que reflecion divina!
Me gusta mucho.
bejos y abrazos mios