Llevo adherida a
ella bastantes años, es más, creo que me la inventé yo, y posteriormente la
patente. Fue en un día en el cual cuando se retiró la última estrella del cielo
y por algún lado del cielo salió el sol, a mí me comenzaron a salir las cosas
mal y entonces dije ¡Vaya tomate de día!
Aquello, gracias
a dios se enderezó, y la vida tan volátil que es me sorprendió una tarde con
hechos chocantes e insólitos y dije para mis interiores ¡Muy tomate!
Pero la cosa no
paró ahí. Otro día estaba yo tan tranquila haciendo qué sé yo, cuando me
invadieron un par de noticias extraordinarias con briznas milagrosas, y no pude
remediar decir ¡Qué tomate!... Así, de esta forma sencilla y natural, introduje
en mi vocabulario rudimentario, en mi léxico un tanto anoréxico, una frase que no
sólo me identifico con ella, es que mi gente me reconoce en ella.
Ángeles y “Muy
tomate” son vinculantes. Probad a decirla, sirve para cualquier momento sea
bueno o malo. Depende cómo enfatices con ella, cambiara de textura, color,
sabor y olor; es fantástica, y no es porque la haya creado yo, eh.
Lo más tomate es
que pensaba que la historia de mi frase polivalente terminaba ahí. Cuál es la
sorpresa que anoche, mientras miraba las letras gordas del periódico (no leo
más para no intoxicarme de mala leche), y escuchaba por una oreja a los
fantásticos y divertidos periodistas deportivos de la radio, me di cuenta (yo
solita) que llevaba tres días consecutivos con sus comidas y cenas, comiendo,
merendando y cenando, tomates. Dejé el trozo de tomate a medio camino entre mi
mano y la boca y me pregunté “¿Tanto te has metido en la piel tomatera?” Y aún
fui capaz de destripar mi sesera y buscar el porqué tomatero; no creáis, no
tuve que espachurrarme demasiado a punto de salsa de tomate para hallar la
intriga del tomate.
¿Conocéis ese refrán
que dice dos que duermen juntos…? No me sé el final del refrán, pero seguro que
vosotros sí; pues eso.
Mi Pepe este verano, además de jugar a las bolas (alias golf), se ha especializado en tomates. Profundas incursiones en establecimientos de todo tipo y condición comprando tomates; yo catándolos y actuando como si delante de una margarita estuviera “Este no, este otro tampoco, este tal vez…” Así hasta hallar el tomate con sabor ¡Muy tomate, amigos!, kilos de tomate me he comido hasta hallar uno que supiera lo más parecido a un tomate. No contenta con eso, yo también he hecho mis incursiones y he comprado tomates para competir con mi adorable Pepe ¡Muy tomate!
Mi Pepe este verano, además de jugar a las bolas (alias golf), se ha especializado en tomates. Profundas incursiones en establecimientos de todo tipo y condición comprando tomates; yo catándolos y actuando como si delante de una margarita estuviera “Este no, este otro tampoco, este tal vez…” Así hasta hallar el tomate con sabor ¡Muy tomate, amigos!, kilos de tomate me he comido hasta hallar uno que supiera lo más parecido a un tomate. No contenta con eso, yo también he hecho mis incursiones y he comprado tomates para competir con mi adorable Pepe ¡Muy tomate!
Una vez ya
tranquila, sabiéndome mujer tomate, pasé a divagar la comida que pondría el 25
de diciembre, un día como otro cualquiera, en la que los españoles tenemos la
manía de juntarnos, nos llevemos bien o mal, con nuestras familias y brindar
que seguimos juntos a pesar de los pesares. Ya sé que estamos en agosto, que
tengo tiempo de sobra; me lo han enseñado nuestros políticos, pero no estaría
mal ir preparando una buena salsa de tomate por si me obligan a ir el 25 de
diciembre a votar ¡Muy tomate!, qué esperpento de la España politiquera.
PD De sobra sé
que lo hoy escrito es “una Gilipollez” pero es que el verano induce a hablar de
todo y yo “antes muerte que callada”, no puedo soportar mi silencio metida en
tanto tomate.
1 comentario:
No es una gilipollez lo que has escrito. A mí me ha parecido muy tomate. Lo que es un gilipollez es mi comentario.
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