Diario de una novata
XIV
21 de febrero, 2016
¿Quién me dijo que
en Twitter te haces conocido? A mí no me conoce ni la pantalla. No avanzo como
en las negociaciones para formar gobierno; punto muerto. Mando twists a
personajes y se deben atascar en el limbo twittero porque nadie me contesta
¡Qué soledad la mía! Empiezo a pensar que solo lanzando un escándalo alguien se
fija en ti pero, ¿qué puedo contar yo de escandaloso? ¡Ay!, cómo me las
maravillaría yo para maravillar en el maravilloso mundo del escándalo público
sin escandalizar a las autoridades públicas haciendo ruido sin pasar por
chirona. Total, lo único que quiero es promocionar mi novela “Sevilla…Gymnopédies”
gratis, no tengo dinerillo, estoy en paro y ya no recibo subvención alguna ¿Tal
vez acudir a Pablo Iglesias, o garantizar un orgasmo masivo y gratuito en la
presentación de la novela? Las palabras gratis y orgasmo tienen su tirón, y ya
se sabe que los intelectuales poseen su punto G muy orgásmico cuando se
proponen tatuar con sus expresiones un hito, pero yo que lo único que he
recibido en años ha sido el piropo del carnicero, no me veo con posibilidades
ni con tintes de intelectual. Tendré que buscar en internet qué he de hacer
para ser orgásmica sin atentar a la salud pública.
Mientras tanto a
quién he producido un orgasmo o susto, no sé bien definirlo, ha sido al conejo.
Me había quedado sola en casa, momentos que aprovecho para hacer cosas de
índole muy variada sin ser juzgada por mis hombres. En esta ocasión, presentía
en el estómago un gallinero que me producía vaivenes anímicos, entonces decidí
que se me irían bailando un poquito flamenco. Me puse los zapatos y me fui a la
cocina, más que nada por no estropear el parqué. Abro la puerta, cierro la
puerta. Enciendo radio Olé y la música comienza a correr por mis venas
flamencas. Hago el primer amago de braceado andedan y luego el andeor. Hasta
aquí todo controlado. El problema surgió cuando mezclé braceados con taconeos
desquiciados porque mi flamenquitis es puro sentimiento, autóctono y libre.
Estaba tan concentrada en mi purismo que no oí ni vi, pero cuando vi y oí fue
el desastre padre. No me acordaba que el conejo estaba suelto y al oír
reiteradamente ese taconeo que me sale de las entrañas, se asustó o comenzó su
función orgásmica; no sé. El caso que de un salto se subió a la silla y de otro
salto a la mesa, igual que un número circense. Pero una vez que estuvo en la
mesa, aprovechando que estaba preparada para comer hasta con su mantel limpio,
platos y vasos, se empezó a hacer de todo y cuando digo todo, es un todo
absoluto. Yo alucinada pero sin dejar de parar mis pies abducidos de flamenco,
el conejo que cuanto más taconeo, más de todo se hacía hasta que llegó a su
límite, y se precipitó de la mesa al suelo yaciendo espachurrada, o habiendo
alcanzado el clímax; aquí tengo mis dudas. Ante aquel estado conejero, se
evaporó el flamenco de mis venas y recogí al conejo del suelo. Estaba vivo con
un corazón trotando al galope del cututún, cututún, qué lástima me dio.
Y aquí estamos los
dos, juntitos, sin ganas de más orgasmos ni flamenco. Le estoy recitando unos
trabalenguas.
3 comentarios:
Lástima de vídeo.
Te hubieras forrado subiéndolo a youtube.
Besos.
Menudo número montaste con el flamenco y el roedor.
Ser famoso en la red tiene su paralelismo con la vida real. Si tienes padrinos o sales en un reality casi gallinero se logra cuota. Caso contrario cuesta.
No obstante creo en ti como persona y en aquellas letras que puedas alumbrar.
Besos.
Me he reído leyendo tu anécdota con el flamenco y el conejo. Si las redes sociales no te son propicias confía en el boca a boca. A veces funciona.
Besos
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