lunes, febrero 08, 2016

DIARIO DE UNA NOVATA VII

Diario de una novata VII
8 de febrero, 2016
He tenido que mirar el calendario, no sé en qué día vivo; mejor. El calendario como el reloj lo único para lo que sirven es para acelerarte el pulso y abrirte las compuertas de la ansiedad…Ahora, como siga quitando cosas, me quedo sola con mis circunstancias.
Ayer llegué a Valladolid. La miré como siempre la miro: con embeleso, husmeando cada rincón de su ser. El silencio de sus calles, el chisporrotear de tus pasos por el asfalto, el frío gélido que recorre tus huesos y las señoritas de ciudad de provincias. Sí, esas mujeres que brillan en una capital pequeña los domingos por la tarde. Sí, esas que perdieron el tren y se quedaron colgadas de un espacio infinito de soledad, y que se engalanan para salir de paseo con su visón comprado a plazos, que viste, da estatus y amortigua el frio. Pasean por la calle Santiago, miran y remiran al prójimo al paso que se dejan ver. Después se sientan en una cafetería y desgranan al vecino, repasan la semana necrológica o la desgracia ajena, al paso que derivan en su actualidad cotidiana. Unas viven de las rentas, otras sus últimos coletazos de su vida laboral, bien de funcionarias o en la mercería del barrio. Cae la noche, se despiden hasta el próximo domingo y desaparecen por esas calles silentes de mi ciudad. Me gusta palparlas, observar en la distancia y pensar que atado a su enagua va el escapulario de la Virgen del Carmen o la Virgen de la Vera Cruz. Viven sus vidas como mejor pueden y se alimentan de los otros que rozan sus horas. Con su bolso subido al hombro y bien sujeto entre sus manos por si algún pillo se lo quiere arrancar,  mis señoritas preferidas pues son un paisaje de mi niñez que aún perdura hoy.
Yo también me siento en una cafetería en esa tarde inhóspita de mi ciudad y me preguntan “Cómo va la novela, cómo va nuestra Sevilla…Gymnopédies” y pongo cara de circunstancias entre el susto y la ilusión. Todos se abalanzan sobre mí para regalarme sus mejores consejos, hasta mi marido propicia sus ideas, eso sí, con sus tintes cenizos que tanto me sulfuran, pero que cuando los pienso, mucho de verdad contienen.
Tímidamente contesto que para ser escritor hay que estar un poco chiflado y ser un soñador nato, y de esas cosas tengo sobredosis. Menos mal que me casé con alguien que tiene los pies pegados a la realidad y cuando mi cabeza se esfuma demasiado tiempo  sube a las nubes para hacerme bajar y tocar suelo.
Anoche me decía “Y si… Y si…” y yo le miraba sulfurada por no permitirme soñar, pero cuando las sábanas se pegaron a mi cuerpo tan frías como mi ciudad, encontré el calor para estar preparada por si ese “Y si…” se diera el caso.

Un constante levitar entre mis sueños de triunfo de “Sevilla… Gymnopédies” que como hija mía la deseo lo mejor y la cruda realidad que puede surgir en cualquier esquina.

3 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Seguro que te aconseja bien.
Las cosas desde fuera tienen otra perspectiva.
Y es bueno saberla.

Besos.

Nómada planetario dijo...

Aún el el frío vallisoletano se nota el calor humano de la escritora.
Besos.

Anónimo dijo...

Delicioso! Cati Cobas