Puedes pasarte la vida al lado de una persona y un día pararte a pensar en
ella, y darte cuenta de que apenas la conoces. Sin embargo la vida, de vez en
cuando, nos regala segundas oportunidades y a mí me la dio, tal vez, el día más
triste de mi existencia; me robó a una amiga y me regaló un corazón de
chocolate…
Recuerdo aquel día nueve de diciembre llorando sin consuelo posible,
revelándome contra todo lo que se me pusiera delante, renegando de la justicia
porque sentía que no existía, como no había comprensión posible para entender
ciertos mazazos que nos da la vida
gratuitamente.
Huí de aquel tanatorio lúgubre y gris porque necesitaba aire para poder
respirar y aceptar lo inevitable cuando, de pronto, alguien me llamó. Me volví
pero mis lágrimas me impedían ver con claridad y sólo sentí un enorme abrazo.
Unos brazos largos y delgados me envolvieron para darme el calor que me
faltaba. Después me atusó el pelo, y comenzó a decirme palabras cargadas de
ternura, de una sensibilidad exquisita; el llanto aminoró y pudo mirar a ese
ángel que me había consolado. Llevaba años a mi lado, claro que la quería, pero
hasta ese momento no me di cuenta de lo que significaba decirla “Te quiero”… Y
se lo dije con la mayor gratitud del mundo porque en ese momento me salvó del
abismo.
A partir de aquel día mis ojos la vieron de distinta manera, como si se
sumergieran al fondo de esa persona y vieran la magnitud de los sentimientos de
una chica preciosa por dentro y por fuera.
Su carácter es de chocolate amargo quizá por las inseguridades que la gente
joven posee en sus primeros pasos por el mundo adulto, el olor del miedo a
fracasar, a no gustar a los demás les impide ser amables con los suyos,
revelarse y ser insaciables. Sin embargo si tienes paciencia, su corazón es de
chocolate dulce, sensible y tierno. Sus ojos hablan por sí solos al contarte
las cosas que la pueden apasionar, incluso ilusionar y sus abrazos no tienen
precio.
No es una muchacha dócil, más bien indómita, pero una vez que quitas esa
capa, te encuentras un ser maravilloso, bueno, generoso y noble.
Como todo en esta vida has de saber mirar, llevarte el tiempo necesario
para valorar a una persona sin prejuicios innecesarios, aunque también me
gustaría que ella se mirara con los ojos que la miramos los demás para que se
viera tal como es: hermosa tanto en sus suburbios como en sus cumbres, y que
fuera capaz de caminar segura de sí misma porque ella lo vale.
Se es joven sólo una vez y no hay que desperdiciar el tiempo en ñoñerías absurdas,
en miedos inexistentes mirándose en el espejo de los otros… Mírate Paula a ti misma,mírate con cariño, con condescendencia, y te aseguro que te sentirás orgullosa de ti misma sin la necesidad de la aprobación
de los otros. Caminarás por la vida con ese abrazo que una vez me diste que es
lo más grande que puedes dar a la vida, a los demás.
Tu sonrisa traspasa la cámara, en ella se ve tu corazón de chocolate.
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